Capítulo IX

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| Erchomai |
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— Hace cientos de años que desterraste a tu padre, ¿qué te hace pensar que quiere ayudarte?

Magnus interrumpió su dibujo para la invocación por fulminarla con la mirada.

— Digamos que me debe una.

La vista de Isaac se dirigió al puñal curvado de plata que descansaba sobre el escritorio de Magnus.

— ¿Por lo de tu madre?

— Por eso y por lo que pasó los siguientes años. — el brujo hablaba con una sonrisa triste — Viví en la calle sin saber quién o qué era. Asmodeus me acogió, alimentó mis impulsos y me enseñó cómo ser un buen brujo.

Thalia examinaba la estrella de cinco puntas dibujada sobre la alfombra blanca con arena de Duduel. La pregunta que rondaba su mente salió sin darse cuenta:

— ¿Por qué le hiciste caso?

— Porque era la única persona que se parecía a mí, era mi padre.

Ella asintió con su vista en el suelo. La voz tranquila de Alec interrumpió el momento:

— Al menos dame tiempo para que avise al Instituto. Con Lilith suelta, no quiero que otro gran demonio escape.

— Por suerte para los neoyorquinos, mi padre no vendrá hasta aquí. — Alec alzó una ceja — Este pentagrama no es para invocarlo, sino para enviar a alguien a Edom. En este caso, a mí.

Thalia se levantó de la silla casi de un salto, se negaba a dejarlo ir solo. Alec la agarró sabiendo que no tenía otra opción y pidió al brujo que no bromeara sobre el tema sabiendo lo mucho que le afectaban aquellas cosas a la castaña.

— Es una locura.

— ¿Jace no se lo merece? — los tres quedaron en silencio ante su tono interrogante — Acabemos con esto.

Magnus avanzó hasta quedar junto al rastro de arena y, con una chasquido, incendió el pentagrama. Isaac dio un paso, poniendo su mano en el hombro de Magnus y lo detuvo justo antes de que se introdujera en las llamas.

— Oye, tienes que volver.

— Pues claro. Mira lo que me espera aquí.

Magnus dio una sonrisa a Alec y Thalia para unir sus labios con los del rubio. Sabía el riesgo al que se estaba exponiendo, pero todo merecía la pena por sus amigos.

El desierto rojizo de Edom se extendía alrededor suya y una imponente mansión se alzaba en el caos. Decenas de libros se apilaban junto a los candelabros de metal oscuro encendidos.
Un demonio de rasgos similares a los suyos lo envolvió en un abrazo y lo invitó a conversar, ganándose una mirada confusa de su parte.

— Hola, padre.

— Mi hijo, Magnus Bane, Gran Brujo de Greenwich. — Asmodeus lo rodeó ayudado de su bastón — Aquí en Edom.

— No es que importe mucho, pero era Gran Brujo de Brooklyn. No de Greenwich.

El demonio se disculpó por no estar informado puesto que su hijo no llamaba, escribía o hacía algun sacrificio en su honor. Creía que su visita se debía a haber recapacitado sobre su decisión del destierro, cosa que Magnus desmontó en cuestión de segundos.
Asmodeus estalló de ira al escuchar el verdadero motivo de su estancia y lo lanzó al otro extremo de la sala.

— Yo creo que te importa más tu hijo que tu orgullo. Sólo te pido un poco de poder demoníaco para devolver a mi amigo.

— ¿Por qué crees que voy a ayudarte a devolver a Lilith a esta tierra y que nos gobierne a todos? — Asmodeus  se cruzó de brazos — Edom no es Marsella, pero es menos miserable desde que no está.

Magnus ofreció incluso aceptar un pago para obtener su ayuda, pero se arrepintió nada más escuchar lo que pedía su padre. Los años que había pasado de niño gobernando junto a él habían sido horribles y lo habían marcado para convertirse en la persona que era, no estaba dispuesto a pasar por allí otra vez.
Asmodeus lo detuvo antes de que pudiera marcharse descontento por la oferta y un ceño fruncido apareció en su rostro al ver la sonrisa cínica de su padre.

— En realidad, si hay un precio que puedes pagar.

***

— Lo siento. — Simon llegó usando su velocidad de vampiro — He intentado acercarme al máximo, pero no he escuchado a Clary allí arriba.

— Lilith ocultará su situación glamourizándola.

Isabelle pasó su estela por una runa que permitía ver el rastro demoníaco. La Reina del Infierno había colocado escudos protectores y redirigido las líneas ley hasta la última planta, era una magia muy poderosa.
Simon intentaría mantenerse lo más lejos posible de Jace para no vaporizarlo. Luke hizo saltar las alarmas como señal de que el plan daba comienzo.

Alec y Isaac se dirigiron hacia el callejón trasero armas en mano al tiempo que Isabelle y Thalia seguían a Luke al interior del edificio. No debían atacar a los esclavos por si podían devolverlos a la vida.
Varias personas salieron encabezadas por Ollie, la compañera de Luke, y sonrieron siniestramente al verlos.

Los tres sacaron sus armas dispuestos a combatir.
Ollie se abalanzó sobre Luke al tiempo que Thalia golpeaba a varios individuos dejándolos inconscientes. Isabelle transformó su látigo en una barra de metal y se defendió de los ataques de los esbirros mientras Luke se quitaba de encima a la mujer y noqueaba a varios de los presentes.
La castaña tumbó de una patada al hombre que se acercaba a su parabatai con un cuchillo en la mano. El grito de Ollie los alertó de que algo malo iba a suceder, varios demonios alados salieron del cuerpo de aquellos que yacían inconscientes.

— ¿Qué hacemos ahora?

Una figura apareció dejando sin contestar la pregunta de Isabelle. Jace atacó a los seres con su cuchillo serafín y salió escaleras arriba en busca de Clary. Thalia colocó a Luke y a su parabatai tras ella una vez el rubio se retiró y chasqueó los dedos. Era ahora o nunca cuando debía aplicar todo lo aprendido con Magnus.
La onda plateada se extendió por toda la planta, rompiendo los cristales del edificio, y devolvió al suelo los cuerpos de todos los poseídos mientras un grito desgarrador resonaba. Lilith acababa de volver a Edom y sus esbirros eran libres, Simon lo había logrado.

𝐅𝐈𝐑𝐄 𝐌𝐄𝐄𝐓𝐒 𝐅𝐀𝐓𝐄 || Alec Lightwood ➰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora