28

4.1K 355 239
                                    

La noche pasó rápidamente, una mitad de nuestro equipo se encontraba abajo haciendo turnos para picar mientras la otra mitad ayudaba a embolsar y trasladar los billetes al túnel. Nairobi se había puesto a imprimir billetes de 100 y 200, teniendo como meta llegar a los mil millones de euros, siendo un objetivo bastante avaricioso de su parte.

Andrés había venido unas cuántas veces para mantenernos informadas, siendo a las once de la mañana que nos dijo que quedaban entre 20 y 30 centímetros de tierra para llegar al otro lado, y que incluso ya podían escuchar a Sergio. Saldríamos de aquí hoy mismo, y si había que liarnos a tiros para escapar, pues había que hacerlo.

Bajé a la cámara para brindarle agua y comida a mis compañeros, un pequeño receso, o más bien, un cambio de turno. Río, Denver y Moscú estaban ahí abajo, picando y picando sin parar. Necesité un puro grito para que subieran.

¿Qué pasa? —pregunta Denver, que es el primero en salir.

Tomaros un receso, Tokio y yo bajaremos ahora en un momentillo. —le dije, lanzándole su respectiva botella de agua. Ninguno de los tres se opuso al receso, todos empolvados y sudados, asquerosos de tener alrededor.

Me niego a que bajéis vosotras. —habla Moscú, dejándose caer al suelo junto a su hijo.

Somos mujeres pero no inútiles. —replico yo.

No es por eso, cariño. —aclara. —Con un receso de diez minutos estamos bien pa' bajar otra vez.

Sí, es verdad. —se le une Río. —Si me disculpan, voy a ir al baño. —habla, poniéndose de pie con dificultad, siendo seguido por Denver. 

Y una vez más estaba a solas con Moscú.

Le he dicho a Denver la verdad sobre su madre. —murmura, llamando mi atención. —Le he dicho que hemos sido nosotros los que la abandonamos, porque la mujer era un problema... y ahora mi hijo me odia.

No digas eso. —le pido. Y es que Denver sería incapaz de odiar a su padre, completamente incapaz, y eso se le veía en los ojos y la manera en la que siempre hablaba de él.

Me odia, y con razón. —asegura, con agobio. —Me ha dicho que una vez que salgamos, no quiere saber nada de mí.

Te lo ha dicho en un calentón, Moscú. —le aseguré, acercándome a él una vez que lo vi al borde de las lágrimas. —No sé que ha sucedido exactamente, y no necesito saberlo, lo único que sé es que ese tío te ama con todo su corazón. Y de aquí a mañana ya verás que estaréis bien de nuevo.

He sido un cabrón..

No, de eso nada. Has sido un padre, y te juro que ni Dios puede juzgarte por eso. —le dije, posando mi mano sobre su hombro para darle todo mi apoyo. Podía entender lo que era para él escuchar a su hijo decirle que lo odiaba y que no quería saber nada más de él, entendía que era difícil. Pero Denver jamás podría alejarse de su padre, sin importar las circunstancias.

¿Sabes algo? —cuestiona después de unos segundos de silencios, mirándome directamente a los ojos. —Eres como una hija para mí, y no te deseo más que felicidad en todo lo que viene ahora por delante...

No te pongas sentimental ahora, eh, que de aquí a seis meses más te invito a darte una vuelta por mi viñedo. —le digo con gracia, formando una sonrisa en su rostro, observando como él estira su mano hacia mí.

Agustín Ramos.—me sonríe, haciéndome entender que aquel era su nombre real. Ya éramos oficialmente amigos, ya éramos familia.

Barcelona Gonzalves. —me presenté yo, dándole un cariñoso apretón de manos.

BARCELONA; Berlín [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora