rosas y la muerte

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14 de febrero del 2014
Florencia, Italia.

Cuatro semanas desde aquella discusión habían pasado lentamente. Ahora era Andrés el que evitaba cualquier tipo de contacto con la castaña, pero ella no se quedaba atrás, al punto de preferir comer con las cabras a sentarse en la mesa con el pelinegro presente. No se miraban a los ojos, ni siquiera soportaban respirar cerca del otro. Y el pobre Martín se encontraba en fuego cruzado, y ya había decidido mantenerse al margen, principalmente porque no era asunto suyo.

Sergio, por su parte, tenía que respirar la tensión cada vez que estaban forzados a estar en la misma habitación para avanzar con el plan del atraco.

Y Tatiana, que se había ido de viaje por un mes, estuvo libre de toda aquella tensión. Hasta aquella mañana. Había regresado renovada, resplandeciente, pero se había esfumado rápidamente ante el silencio tenso que se formó en la mesa.

—¿Y qué habéis hecho durante este tiempo sin vernos?— cuestiona la colorina, sirviéndose una taza de té.

—Nada.— responde la castaña, llevándose una uva a la boca.

—Perfeccionando el plan.— agrega Martín con una sonrisa incómoda.

—¿Y cómo va eso?— pregunta Tatiana con interés. Y luego de unos segundos de silencio, Andrés se aclara la garganta.

—Bien, va bien.

El silencio luego de esa respuesta, hizo que Barcelona bebiera un largo trago de té. Martín, preocupado por su amiga, le ofrece la mitad de su naranja, a lo que ella le sonríe ampliamente. Tatiana los observó con una sonrisa; sabía que algo malo había ocurrido, pero no había sido entre el dúo de locos. Ahora le quedaba observar las interacciones entre la castaña y Sergio, y entre la castaña y Andrés.

—Están buenísimas.— musita Barcelona, dejando la cáscara de la naranja en su plato.— Don Giovanni me dijo que este mes no habrá reposición de comida, así que tendré que ir al centro pronto.— informa la castaña, haciendo que los presentes asientan con la cabeza, a excepción de Andrés, que hace oídos sordos a todo lo que salía de su boca.

—Si gustas, yo te puedo acompañar.— se ofrece Sergio, llamando la atención de la colorina.— Necesito comprar algunas cosas también.

—Perfecto, iremos mañana.— le informa la castaña antes de ponerse de pie. Sergio y Barcelona estaban bien, ahora a la colorina le tocaba observar las interacciones entre esta y su futuro esposo.— Les tengo un pequeño regalo, porque hoy, como bien sabéis, es el día del amor y la amistad.— anuncia con una sonrisa, todos la miraron con atención, excepto el pelinegro, que siguió jugando con sus dedos.

La castaña toma la bolsa que había dejado en el suelo, y a la primera persona que se dirige, por supuesto, fue su mejor amigo. Barcelona deja una rosa amarilla sobre el plato vacío del argentino, acompañada de dos bombones de chocolate.— Una rosa amarilla para agradecerte la alegría que tu amistad y tu complicidad han traído a mi vida.— le murmura a Martín con una sonrisa de oreja a oreja, haciendo que este se lleve una mano al pecho y se ponga de pie para darle un apretado abrazo.

—Te quiero, boluda.— le murmura el rubio contento. Pero eso no era todo, la castaña se separa para hacerle entrega de un pequeño regalo. Martín sonríe alegre.— Mirá, mirá, para qué quiero un hombre yo cuando ya te tengo a vos, ¿eh? Que me cumplís con todo, menos con la poronga.— Barcelona deja escapar una carcajada, observando atenta como su amigo abría su regalo. Era un reloj Cartier.— Pero que maravilla...

BARCELONA; Berlín [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora