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N.O

Eran las seis exactas de la tarde cuando la unidad de asalto a cargo de Suárez apareció frente a sus ojos, y los disparos no tardaron en llegar. Los casquillos se repartían bajo los pies de aquel hombre y aquella mujer que, por siempre, serían recordados y honorados como La Resistencia.

Barcelona luchó hasta el último minuto, aún teniendo en mente a su amiga Nairobi, a Denver, a Moscú. Y sobretodo a Sergio. Era la única razón que la hacía arrepentirse de la decisión que había tomado, pero se sentía tranquila sabiendo que gracias a ella y a su amante, ellos lograrían salir de allí a salvo. Se sentía tranquila estando junto a Andrés, pero no quería morir sin haberle pedido disculpas por todo lo dicho anteriormente, sin pedirle que se case con ella una vez más si era necesario.

¡Cásate conmigo!— grita ella, entre las ráfagas de los disparos y los gritos de los oficiales. Entre el polvo y los casquillos, entre balas y entre el miedo, entre la valentía y ese poderoso amor que los mantenía unidos entonces.

¡Pídelo mil veces y las mil veces te diré que sí!— le grita él devuelta.

Incluso cuando él planeaba pedírselo en un lugar más apropiado, más romántico, y posiblemente en un lugar en el que no estuviesen a punto de morir; siempre le diría que sí.

Suárez se vio desesperado, a pesar de doblarlos en números, con un armamento como el que tenían era imposible para ocho oficiales hacer algo contra dos ladrones y una browning, por lo que debía poner en la mesa todas las opciones que tenía.

Entonces, dos granadas llegaron a sus pies de improvisto, provocando que el pánico envolviera el cuerpo de Andrés. Todo sería tan sencillo para él si su maravilla no estuviese presente. Pero lo estaba, y resguardarla a ella era la primera cosa que estaba en su lista.

¡A la cámara!— grita el pelinegro.

Una vez que las granadas explotan, ambos se encontraban resguardados dentro de la cámara acorazada, sintiendo todo el suelo temblar bajo sus pies.

¿Estás bien?— cuestiona, tomando a su amada de las mejillas para comprobar su estado.— Joder...— murmura, sumido en la desesperación de tenerla ahí, de ponerla en peligro.

Andrés.— musita la castaña, buscando sus ojos chocolate para darle la tranquilidad que él necesitaba.— Hasta el fin del mundo.

Andrés sonríe, entendiendo que todo estaría bien mientras ella estuviese a su lado.

No podía importarle nada más que estar con ella, y amarla, amarla hasta que le arrebataran los segundos.

El Coronel Prieto, desde la carpa, esperaba con exasperación que la inspectora Murillo soltara la olla, sabiendo perfectamente que tanto él como el resto del cuerpo policial eran los hazmereír de toda España. Y necesitaba un triunfo, por más pequeño que fuese.

Estamos abriendo fuego contra dos secuestradores, he logrado a divisar a la señorita Bianca Galindo como uno de ellos.— informa Suárez a través del intercomunicador.

Los quiero con vida.— ordena el Coronel, sintiendo como todo se escapaba de sus manos lentamente.

Había dado ordenes de abrir fuego contra ellos.— recuerda Suárez con disgusto.

Si el resto de la banda logra escapar, vamos a necesitar a esos dos.— finaliza el coronel.

Barcelona recargó su fusil, dándole un asentimiento de cabeza a su amado para que volvieran a salir y resistir lo más que pudiesen antes de rendirse. Andrés salió primero, seguido de ella, escondidos detrás de una pared a la vez que la voz de Sergio se hacía presente en sus oídos.

BARCELONA; Berlín [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora