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Cuando las aguas parecían haber vuelto a su tranquilidad y a su ritmo, algo sucedía para volver a ponerles la soga alrededor del cuello. Y Berlín no era capaz de aceptar en su cabeza que seguía siendo el mismo día, ocho de abril, tal vez el más largo de toda su vida, porque eran apenas las nueve de la noche.

Habían perdido a Tokio hace solo dos horas, pero él sentía que ya habían pasado días. Y para colmo, Palermo lo llamó para avisarle que habían vuelto a perder contacto con el Profesor por segunda vez aquel día, y considerando que iba tras Alicia Sierra, temió que la desaparición de su hermano tuviese que ver con ella.

Berlín entró en el despacho del gobernador, y su mera presencia hizo que el lugar se quedará en un tenso silencio por parte del resto de la banda, como siempre hacía. Era por su aire autoritario, o esa mirada asesina que paseó por cada uno de ellos apenas entró. Martín inmediatamente bajó la pistola, dejando de apuntar a Manila.

¿Qué ha pasado? —pregunta, dando pasos lentos e inquietantes hacia Palermo, que vuelve a ponerle el seguro a su arma para enfrentarlo.

Pasa que esta banda de boluditos se quiere poner creativos con el oro. —espeta el argentino, apretando ligeramente sus labios antes de volver a guardar la pistola en su cartucho. —Sacando el oro de acá es la única manera de salvarles la vida, a ver si entienden.

Y Berlín respira profundamente antes de dar un paso al frente, porque como líder le tocaba ponerle fin al caos cuando todo estaba saliendo mal, y evitar que el grupo terminara de caerse en pedazos.

Puede que el Profesor haya caído, no tenemos la certeza... pero el plan tiene que seguir su curso, porque nosotros seguimos estando aquí. —espeta con dureza, mirándolos uno a uno a los ojos, y ahí estaba lo bonito. A pesar de que fuese un hijo de puta y la mayoría de la banda lo odiase, nadie más era capaz de darles esa confianza y la seguridad de que seguían teniendo una oportunidad como Berlín. —Y si el plan dice que el oro tiene que salir, entonces saldrá, ¿estamos? La democracia la dejáis para la cena de viernes santo, eh, compañeros... para votar qué pescado comeremos en una islita muy muy lejana...—dice lo último con un tono de gracia y una sonrisa en su cara que contagia a sus compañeros, por esa ilusión de salir de ahí, y por la idea de seguir juntos en algún rincón del mundo. Andrés posa su mano sobre el hombro de Palermo, ladeando una sonrisa al mirarlo. —A por el oro, hermano.

A por el oro...—le repite Martín, con la misma complicidad en su mirada, y entonces se dirige a sus compañeros: —¡Vamos a sacar el puto oro de acá!

Y mientras Palermo bajaba a la fundición junto a Río y Denver para comenzar con la extracción del oro, Andrés se fue en busca de su hijo, porque lo llenó de ilusión la idea de que él estuviese presente en el momento más maravilloso de todo ese plan, y que celebrase con ellos, que se enamorase de todo aquello. Así como él.

Los dos entraron al ascensor de carga, Andrés con una sonrisa de superioridad y Alonso con una sonrisa llena de curiosidad. Sabía que estaban fundiendo el oro de la Reserva del Banco de España, pero no tenía ni la menor idea de cómo se sentía aquello. Nunca había visto oro, mucho menos en pleno proceso de fundición. Se le disparaba el corazón con solo pensar en la maravilla que estaban haciendo allí abajo. Y es que lo tenía en la sangre, por partida doble.

Bájate el mono, o te asarás como un pollo. —le sugiere Andrés con burla, y Alonso le hace caso al instante, amarrándose las mangas sobre la cintura igual que el pelinegro. En ese momento, parecía un mini Andrés, digno hijo de su padre.

Las puertas del ascensor se abrieron, y el calor del ambiente no demoró en envolver a los dos. Era un verdadero sauna, pero uno muy fascinante.

Los ojos verdes del muchacho se encendieron como dos destellos al ver todo lo que estaba sucediendo allí dentro, y más que nada, el ambiente entretenido que mantenía Nairobi junto a sus compañeros fundidores lo entusiasmó de inmediato. Más Martín, que esbozó una sonrisa de oreja a oreja cuando vio a su sobrino.

BARCELONA; Berlín [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora