67

1.8K 130 80
                                    

Una vez que las puertas se abrieron frente a ella, lo primero que vio fue a Helsinki de pie frente a Gandía, quién estaba completamente reducido entre cadenas. Tal y como había encadenado a Tokio horas antes, estaba él ahora. Y Barcelona no pudo aguantarse una risa al verlo.

La castaña se adentró al lugar, a la vez que Helsinki caminaba hacia ella con duda.

—Barce, ¿qué pasa?— cuestiona entonces, colgándose el fusil en el hombro.

—Que te vengo a relevar.— anuncia ella con una sonrisa. Falsa, lamentablemente. Como era de esperar, el serbio no tomó para nada bien aquella frase, al contrario de Gandía, que esbozó una sonrisa gatuna.

—¿Quién dio órden?

—Tranquilo, que será solo un rato, Nairobi te necesita arriba.— miente con descaro, y el pobre Helsinki cayó como un ratón en su pequeña trampa.— Ya luego cuando termines arriba, vuelves.

—¿Dónde está Nairobi?

—En la fusión dijo que estaría.

Helsinki asiente, y antes de partir, le deja su fusil al verla desarmada. Barcelona le sonríe una última vez antes de que el serbio partiese por el túnel, y entonces quedó a solas con su casi asesino.

La castaña se pasea con tranquilidad frente al reo, como si fuese él el hombre más inofensivo que haya conocido en su vida. Se acercó al mesón, tomando de este una manzana roja a la que le dio un mordisco antes de soltar una risa.

—¿Quién lo diría, eh?— cuestiona burlona.

Gandía alza la vista y la mira irónico.— Hija de puta.— escupe.

—Ya, que tú me dejaste muerta, yo simplemente te deje sin descendencia.— se burla, apoyando su cuerpo en la mesa de comunicaciones. Gandía sonríe de costado, sin emoción alguna.— Por un momento llegué a creer que teníamos algo especial, que había un fueguito entre nosotros...

—¿A qué has venido, niñata?— cuestiona el jefe de seguridad con molestia, porque sabía perfectamente que ella estaba ahí para humillarlo, pero él no estaba de ánimo para las jugarretas de nadie. 

—A burlarme.— responde ella con simpleza, dándole otra mordida a su manzana.— ¿Cómo podría no hacerlo? Te las diste de súper ninja, intentaste matar a Nairobi, a Helsinki, me intentaste matar a mí, le disparaste al amor de mi vida...— menciona, con una enorme cantidad de burla en su voz, como si estuviese contando una comedia.— Y mírate ahora.— su rostro se llena de disgusto cuando sus ojos se conectaron a los celestes de Gandía, que sintió rabia tan solo mirarla. Estaba ansioso de venganza, y lo único que quería era acabar con ella.— Como un perro...

—Cuidao', eh.— advierte él.— Que esto no tiene ni pinta de habe' terminado.— la castaña alza las cejas, fingiendo temor.— Esto no va a terminar hasta que tú esté' muerta.

Barcelona iba a replicar con una fantástica frase llena de ironía, pero una risa se lo impidió. Una risa que ella conocía a la perfección, así como también sabía que estaba en problemas.

—¿Tú qué haces aquí?— cuestiona con molestia.

Andrés sonríe falsamente antes de adentrarse en el lugar, dejando ver su rostro sin ninguna expresión en este.— Vine a buscar a mi mujer.— anuncia, manteniendo un frívolo y burlesco contacto visual con el rehén.— Ya sabes como son las mujeres, ¿no, Gandía? Un día coquetean contigo... Al siguiente te clavan una navaja en los huevos... Y al otro, ¿qué hacen?— cuestiona mirando ahora a Barcelona.— ¿Pedir perdón? ¿Amenazarte de muerte? ¿O seguir coqueteando?

—O relevar a un compañero.— añade ella, haciéndolo sonreír mientras negaba con la cabeza.

—¿Me ves la cara de memo?— le pregunta tomándola fuertemente de la muñeca.— Se te olvida que no hay nadie que conozca tus maneras más que yo, y esos ojos asesinos no pueden engañarme.

BARCELONA; Berlín [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora