9

6.4K 474 257
                                    

Y solo había bastado una noche para volver a lo que éramos, su cuerpo sobre el mío, sus labios recorriendo cada centímetro de mi piel, sus manos entrelazadas con las mías, y sus jadeos roncos en mi oído haciéndome perder la cabeza. Había perdido el juego una vez más, y no era capaz de arrepentirme. No podía hacerlo cuando perderlo me hacía tan feliz. 

Andrés me tomó de la cadera para hacerme cambiar de posición, quedando él recostado en la cama y yo encima, viéndolo sonreír con lujuría al ver mi cuerpo frente suyo. Mis movimientos fueron lentos y profundos, oyéndolo suspirar y sintiendo como sus uñas se hundían en la piel de mis caderas. Admitía ahora mismo que este hombre me hacía perder la cordura.

Eres una diosa. —murmura, incorporándose para besarme. Sus brazos recorrieron mi espalda en caricias, disfrutando ambos de la sensación de nuestros sexos. 

Hasta que dos golpes en mi puerta hicieron que me pusiera de pie con brusquedad, lo cual había sido completamente placentero para él, ya que lo oí gemir con dureza.

¿Qué pasa? —pregunté en voz alta para quien fuese que estuviese del otro lado, a la vez que me ponía la sudadera que estaba tirada sobre mi cama.

Soy Denver. —anuncia mi amigo, mientras yo me volteaba a ver a Andrés, que rodó los ojos al oír aquel nombre. —¿Puedo pasar?

Joder.

Escóndete en el armario. —le ordené a mi amante en un susurro, que estaba completamente en negación a hacer algo tan patético. —No me jodas. —musité, dándole un empujón fuera de mi cama. Finalmente aceptó, a la vez que yo me dedicaba a tirar toda su ropa junto a él. Y entonces, abrí la puerta. —Son las dos de la mañana, Denver.

Sí, bueno, no podía dormir. —se excusa él, metiéndose en mi habitación, quedándose de pie frente a mí. —Y es que me estoy volviendo loco. —habla, confundiéndome.

¿Qué pasa? 

Y entonces, algo que no pude predecir, Denver se acercó para besarme. Ni siquiera me había dado tiempo para reaccionar cuando su lengua rozó la mía.

El sabor a cerveza llenó mi boca, a la vez que un fuerte estruendo se escuchaba desde el armario.

Había sido a propósito, y lo sabía perfectamente.

Andrés lo había visto todo. 

¿Qué cojones? —me pregunta el de ojos claros, mirándome con preocupación. —¿A quién tienes metido ahí?

Pues que me pillaste llegando de Narnia, tío, ¿no te jode? —le pregunté de golpe, como autodefensa al verme amenazada. Denver me frunce el ceño, dando dos pasos hacia el armario antes de voltearse a verme de nuevo.

No me digas que tienes al estirado metido ahí dentro. —pide, casi como súplica. 

Joder.

No, no tengo a ningún estirado allí dentro. —espeté, acercándome de él para empujarlo al otro lado del armario, lo más alejado posible. —Muchas gracias por tu visita, Denver, por el beso también. Buenas noches ahora, nos vemos mañana. 

Tienes al estirado ahí. —afirma él, pasando por mi lado para acercarse nuevamente al armario y terminar por abrir la puerta de par en par. 

Gracias al cielo, Andrés había alcanzado a vestirse.

Al contrario, se lo hubiese encontrado con la pichilla al aire.

Buenas noches, Denver. —musita mi amante, con su mirada de odio sobre el ojiazul.

Tienes que estar jodiéndome. —nuestro compañero se voltea para encararme. —¿Él? 

BARCELONA; Berlín [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora