try

1.5K 132 63
                                    



07 de diciembre del 2009

Milán, Italia.



Cálido.

Esa era la palabra perfecta para describir cómo se sentía su corazón al recibir las caricias suaves de Andrés en su cabello castaño. Despertar y oír aquella voz como primera cosa.

Y después, el dolor.

Sentía que estaba a punto de parir una vez más, tenía contracciones y una presión en su vientre que la alarmó. Y le hizo preguntarse: ¿Qué cojones está pasando?

Andrés no se había atrevido a decirle una sola palabra, primero por qué no sabía cómo explicarlo, y segundo por qué no quería ser él quien le soltase una noticia así. Infertilidad permanente. Amenorrea permanente. Aquello lo hacía preguntarse si la castaña podría llegar a sentirse menos mujer sin menstruar, y eso, de alguna manera, lo preocupaba.

Él le sonrió levemente, incorporándose para besarle con suavidad la frente, un pequeño beso de buenos días.— ¿Cómo te sientes?

—Pésimo.— musita, angustiándolo.

—¿Te duele algo?

—Creo que tengo contracciones.

Andrés frunce el ceño levemente para después hacer una mueca; la enfermera le había avisado de posibles síntomas, y aquel era uno de ellos. Su cuerpo comenzaba a adaptarse a las nuevas condiciones, según le habían dicho.— Llamaré al doctor.

—¿Dónde esta Martín?— cuestiona, tomándolo con firmeza de la mano cuando lo vio ponerse de pie. Y él, cuando volteó a verla, se encontró con una mirada atemorizada que lo confundió.— No quiero estar sola..

—Maravilla..— musita con una pequeña sonrisa en su rostro, sentándose nuevamente para tomar su mano entre las suyas y depositarle un beso en el dorso.— Será solo un segundo, no te voy a dejar sola.

—¿Y si me pasa algo?

—No va a pasar nada, ¿me oyes?— asegura, mirándola fijamente con convicción. Barcelona tensa la mandíbula y desvía su mirada a la ventana.— Volveré enseguida.

Andrés se pone de pie y camina hasta la puerta, asomando su cabeza hacía la derecha en busca de la enfermera. Nada. Luego a la izquierda, encontrándose con el último rostro que quería ver en ese momento. Barcelona frunce el ceño cuando lo ve salir de la habitación y cerrar la puerta, poniendo los ojos en blanco cuando logra reconocer aquella figura por la ventana al lado de la puerta.

—¿Qué haces tú aquí?— cuestiona el pelinegro de golpe, viendo con fastidio la sonrisa burlona en el rostro de Samantha.

La rubia le extiende una carpeta, que él recibe con confusión.— Los papeles del divorcio, guapo. Tendrás que llevarlos personalmente donde mi abogado, para que podamos discutir la separación de bienes.— Andrés ríe con ganas, como si aquel fuese el más gracioso de los chistes. Y la verdad es que era como música para sus oídos.

—Créeme que puedes quedarte con todo, no tengo problema.— asegura con burla.— Ya puedes marcharte.

—Claro. Adiós, Andrés.— murmura con una enorme ironía antes de darle la espalda e irse rápidamente. La sonrisa del pelinegro se ensancha, y por unos momentos quiso hasta bailar en medio de aquel pasillo. Entonces volvió a entrar a la habitación, Barcelona notando de inmediato aquel ápice de felicidad en sus ojos chocolates.

BARCELONA; Berlín [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora