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Así terminamos todos reunidos en la cafetería, siendo Berlín quien se acercó al teléfono primero, pulsando el botón para que quedara en altavoz. Mientras que yo preferí quedarme junto a Oslo cuidando de Mónica.

Y todavía no podía creer que esta mujer estaba frente a mí, y viva, haciéndome sentir estúpida después de arruinar mi propia vida. Pero, viendo el lado bueno, estaba orgullosa de Denver por no perder sus valores aún cuando ponía su vida en riesgo desobedeciendo a Berlín. Si me hubiese mandado a mí, la historia sería diferente, y esa mujer estaría totalmente muerta.

Barcelona. —me llama Nairobi, asomándose por la puerta. —El profesor quiere hablarte. —avisa, haciendo que un nudo se forme en mi estómago. Camine lentamente hacia el teléfono, sin cogerlo, pero parándome frente a la cámara para mirarla directamente.

Barcelona. —me llama él, yo suspiro, moviendo mi cabeza de un lado a otro para tronar mis huesos. —Quiero que sepas que he sido yo quien ha dejado una fotografía tuya en el Ibiza. —se confiesa, lo cual era una obviedad.

¿Eso era, profesor? —le pregunto yo. Un pequeño silencio se escucha por su parte.

No. Han aparecido dos personas, un hombre y una mujer, le han dicho a la policía que tú eres su hija. —aquella información tardó en llegar a mi cerebro, y no la entendí del todo. Veo a Andrés pararse a mi lado, mirando hacia la cámara también.

¿Qué dices? —le pregunta.

Los padres de Barcelona le han reconocido por la foto, no han tardado en comunicarse con la policía.

Barcelona no tiene padres, tú lo sabes perfectamente. —lo contradice Andrés.

Lo que quiero decir con esto es que es muy probable que la policía trate de ir por ti, Barcelona. No perderán la oportunidad de comunicarse contigo, te verán como el eslabón más débil. —él se toma un respiro, mientras el resto de mis compañeros guardaba silencio, y yo no sabía realmente qué decir. Ni qué pensar. ¿Mis padres? Esos dos hijos de puta que abandonaron a un bebé de dos meses frente a un orfanato, esos dos hijos de puta se hacían llamar mis padres sin ningún descaro. —Me parece que este es solo el principio de tu castigo.

¿Tú eres de verdad imbécil o te botaron de la cuna cuando eras un crío? —le pregunta Andrés. —Sabes perfectamente que ella no dio la órden, profesor. Está tan estúpidamente enamorada de mí que ha preferido inculparse para que no me castigaras a mí.

¿Qué? —su tono de voz sonó realmente sorprendido, y después le siguió un golpe, quizá a la mesa. Estaba enfadado.

La conoces perfectamente. —espeta Andrés, sin importarle que nuestros compañeros siguieran en la habitación, mirándose unos a los otros con confusión y sorpresa al enterarse o suponer que nosotros tres teníamos mucha historia juntos. —Sabes que es capaz de todo por mantener a salvo a su alma gemela.

¿Barcelona? —él me llama, y mis ojos vuelven a la cámara, sin darme cuenta de que estaban cristalizados. —¿Qué cojones hiciste?

Hice lo que tenía que hacer. —respondí, brevemente. —Pero te salió el tiro por la culata, porque Mónica Gaztambide está viva. —al oír aquello, Andrés le hace una seña a Oslo para que ingrese con la no-muerta, posándose a mi lado junto a ella.

¿Cómo te llamas? —le pregunta Berlín.

Mónica Gaztambide.

¿Y cómo te encuentras?

BARCELONA; Berlín [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora