querida muerte

1.5K 133 119
                                    


05 de diciembre del 2009Milán, Italia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

05 de diciembre del 2009
Milán, Italia.



1.200.000 euros, ese era el botín del atraco que estaban a nada de realizar. Llevaban más de quince minutos estacionados en la van, en completo silencio, sin siquiera mirarse las caras. Aquel atraco era uno de los más grandes que habrían hecho, y lo mejor de todo es que no lo harían solos. Ya no eran los tres mosqueteros, ahora habían dos nuevos miembros. Santiago y Rafael; el primero se encargaría de desoldar la caja fuerte y el otro estaría encargado de ser sus ojos afuera.

Barcelona seguía siendo la única mujer, y tanta testosterona en el ambiente comenzaba a dejarla exhausta. Y se preguntaba, seriamente, el por qué estaba ahí. Había puesto un tercio de cerebro para idear el plan, pero hasta ahí llegaba. Tampoco tenía una buena sensación, es más, tenía un pésimo presentimiento en la boca de su estómago.

Y la verdad era que, en un atraco así, todo podía salir mal. Ella sabía perfectamente que todos podían terminar acribillados en las puertas de la joyería, pero, ¿qué era la vida sin un poquito de riesgo?

¿Valía ese millón de euros el poner en riesgo sus vidas?

Ella sostenía firmemente que el robo era como un arte, no robaba solo por lo que conseguía de ello, sino también por cómo se sentía. El corazón latiendo a mil por hora, la adrenalina viajando por las venas, el sudor en la frente, el brillo de las joyas, el olor de la pólvora, las ráfagas de los disparos. El peligro. La huida. Eso era lo que realmente la atraía.

La vida era un juego. Vivir o morir. Hacer bien o hacer mal. Follar o que te follen. Solo había que saber tomar las buenas decisiones.

La alarma sonó, una de la madrugada en punto. Santiago le tocó la rodilla para reconfortarla. Él al principio creía que una mujer dentro de un atraco era la peor de las decisiones, más cuando el amor estaba también involucrado.
Andrés de Fonollosa era un ladrón de guante blanco absolutamente profesional, destacable y admirable; hasta que las cosas salían mal, y su cabeza lo único que hacía era buscar maneras de sacar solo a una persona de allí con vida. Barcelona. Y no había que ser tonto para darse cuenta de que él sería el primero en traicionarlos si la vida de su castaña dependiese de ello.

Vamos, vamos, rápido.— pide el soldador dando fuertes aplausos al ver a sus nuevos compañeros bajar de la van.— ¡Que ya hemos perdido dos minutos, coño, moved esos culitos!— exclama, queriendo motivarlos pero, realmente, poniéndolos a todos más nerviosos con el griterío.

Barcelona se asegura de que su arma este cargada antes de meterla en su cinturón, caminando junto a Martín hasta la parte trasera de la joyería Cartier, justo al centro de la ciudad de Milán. Ella siempre era la encargada de forzar las puertas para entrar, por lo que se dispuso a ello mientras los otros dos aparecían a sus espaldas con las herramientas necesarias.

BARCELONA; Berlín [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora