11. Entrando al Ministerio

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Annie estaba en la mesa de la cocina, mirando las cosas que debía empacar y los mapas.

No creía haber dormido nada la noche anterior. Había pasado la noche en vela escuchando la respiración de Harry. Al final, no pudo esperar más, por lo que se había levantado de la cama que conpartía con Harry y bajó a la cocina, asegurándose de tener todo listo. No pasó mucho tiempo para que Hermione se le uniera.

Se bebieron de un trago el desayuno y se fueron arriba, mientras Kreacher les hacía reverencias y les prometía tener un pastel de carne y riñones preparado para cuando regresaran.

-Bendíto sea -dijo Ron cariñosamente-, y pensar que
solía fantasear con cortarle la cabeza y clavarla en la pared.

Se abrieron paso hasta el primer escalón con una precaución inmensa. Podían ver a un par de mortífagos con los ojos como platos mirando hacia la casa desde el otro lado de la nebulosa plaza.

Annie tomó a Harry de la mano, y se desaparecieron al mismo tiempo que Ron y Hermione.

Se encontraron en un pequeño callejón desierto en el que habían
programado que tuviera lugar la primera fase del plan. Estaba desierto, salvo por un par de recipientes grandes; los primeros trabajadores del Ministerio no aparecían generalmente por allí hasta al menos las ocho.

-Todo bien -dijo Hermione, verificando su reloj-. Debería estar aquí en aproximadamente cinco minutos. Cuando la haya dejado sin sentido...

-Hermione, lo sabemos -dijo Ron severamente-. ¿Y quien se supone que iba a abrir la puerta antes de que llegue?

Hermione chilló.

-¡Casi se me olvida! Quédense atrás...

Apuntó con su varita mágica a la salida de incendios cerrada con candado y llena de pintadas que había junto a ellos, que se abrió con un estallido. El oscurro corredor desembocaba, como sabían gracias a su cuidadoso reconocimiento previo, en un teatro vacío.

Hermione tiró de la puerta hacia ella, de forma que pareciera que todavía estaba cerrada.

-Y ahora -dijo, volviendo a mirar a los otros dos en el callejón-, nos ponemos la capa otra vez...

-... y esperamos -terminó Ron. Annie se sentía muy nerviosa.

Poco más de un minuto después, se produjo una diminuta explosión, y una pequeña bruja de Ministerio con el pelo suelto y gris se Apareció junto a ellos, parpadeó un poco por el repentino brillo, el sol acababa de salir desde detrás de una nube, pero apenas tuvo tiempo de disfrutar de su inesperada tibieza antes de que el silencioso Hechizo Aturdidor de Hermione la golpeara en el pecho y se desplomara. Entre los chicos la cargaron para que quedara fuera de la vista.

Hermione le arrancó unos cabellos y los puso en el recipiente donde estaba la poción multujugos.

-Es Mafalda Hopkirk -dijo Harry, leyendo una tarjeta pequeña que identificaba a su víctima como ayudante de la Oficina Contra el Uso Incorrecto de la Magia-. Será mejor que lleves tú esto, Hermione, y aquí están las monedas.

Le pasó algunas monedas de oro pequeñas, todas grabadas con las siglas M.O.M., que había cogido del monedero de la bruja. Hermione se bebió la Poción Multijugos, que tenía ahora un agradable color heliotropo, y en unos segundos, estuvo de pie ante ellos el doble de Mafalda Hopkirk. Cuando le quitó las gafas a Mafalda y se las puso, Harry comprobó su reloj.

-Estamos tardando, el Sr. Mantenimiento Magico llegará
en cualquier momento.

-Annie, ¿tienes tu cabello? -preguntó Hermione. Ella asintió y lo sacó de donde lo había guardado.

Annie y las Reliquias de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora