31. La bóveda Lestrange

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Todos buscaban desesperadamente la copa de Hufflepuff después de que la puerta se cerró tras ellos.

Annie lanzó un Lumos Máxima para que la iluminacion alcanzara para toda la bóveda. Había cientos de reliquias, joyas y galeones que Annie creía que nunca encontrarían la copa.

-Harry, ¿Podría ser es...? ¡Ayyyy!

Hermione gritó de dolor, y Annie volvió su varita hacia ella a tiempo para ver una copa enjoyada que caía de su mano. Pero al caer, se separo, convirtiéndose en una lluvia de copas, de modo que un segundo después, con un gran estruendo, el piso estaba cubierto de copas
idénticas rodando en todas direcciones, siendo imposible distinguir la original de todas las demás.

-Me quemo, -gimió Hermione, chupándose los ampollados dedos.

-¡Le pusieron maldiciones Germino y Flagrante! -dijo Griphook-. ¡Todo lo que toque arderá y se multiplicara, pero las copias no valen nada y si continúan tocando el tesoro eventualmente el peso del oro multiplicado nos aplastara hasta la muerte!

-¡Vale, no toquen nada! -dijo Harry desesperadamente, pero mientras lo decía Ron pateo accidentalmente una de la copas caídas con el pie, y veinte copas mas explotaron en el lugar mientras Ron saltaba, parte de su zapato empezó a arder al tocar el
metal caliente.

-¡Quédense quietos, no se muevan! -dijo Hermione.

-¡Solo busquen alrededor! -dijo Harry-. Recuerden la copa es pequeña y de oro, tiene un tejon grabado, dos manijas, aparte vean si pueden distinguir el símbolo de Ravenclaw en cualquier parte, el águila...

Dirigieron sus varitas hacia cada recoveco y grieta, dando vuelta cautelosamente por el lugar. Era imposible no chocar contra algo.

Los tesoros multiplicados se hacían cada vez más y el calor comenzaba a sentirse demasiado sofocante.

-¡Ahí esta, ahí arriba!

Ron y Hermione apuntaron sus varitas hacia ahí también, por lo que la pequeña copa dorada brilló bajo la luz de tres reflectores, la copa que había pertenecido a Helga Hufflepuff y que había pasado a posesión de Hepzibah Smith, de quien había sido robada por Tom Riddle.

-¿Y como demonios vamos a llegar hasta allá arriba sin tocar nada? -preguntó Ron.

-¡Accio copa! -gritó Hermione, que había olvidado evidentemente en su desesperación lo que Griphook había dicho durante sus sesiones de planeación.

-¡No sirve, no sirve! -gruñó el duende.

-¿Entonces que hacemos? -dijo Harry, deslumbrando al duende-. Si quieres la espada, Griphook, entonces tendrás que ayudarnos más... ¡esperen! ¿Puedo tocar las cosas con la espada? ¡Annie, pásamela!

Annie rebuscó en su bolso y sacó la espada de Gryffindor, lanzándosela a Harry.

-¿Si puedo pasar la espada por una de las manijas... pero cómo voy a llegar hasta allá arriba?

La repisa en la que la copa reposaba estaba fuera del alcance de  cualquiera de ellos, incluso de Ron, que era el más alto. El calor del tesoro encantado se alzaba en olas, y a Harry le corría el sudor por la cara y espalda, entonces, el rugido del dragón y los sonidos metálicos se hicieron cada avez más fuertes.

-Hermione, -dijo Harry, mientras el ruido crecía más-, tengo que alcanzarla, tenemos que librarnos de ella.

Ella alzó su varita, la apunto hacia Harry, y susurró -Levicorpus.

Alzado en el aire por su tobillo, Harry golpeó una armadura y las replicas explotaron como si fueran cuerpos calientes, llenando el espacio reducido. Annie gritó de dolor cuando una armadura cayó sobre ella y la sacó volando con un hechizo.

Annie y las Reliquias de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora