38. Estaba muerto

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-¡Avada Kedavra!

Ron saltó fuera de vista para eludir el chorro de luz verde.

-¡Está por aquí, en algún lugar! -le gritó Harry, apuntando a la pila de trastos en los que la vieja diadema había caído-. Búsquenla mientras yo voy a ayudar a Ron...

-¡HARRY! -gritó Hermione.
Un sonido crepitante y humeante a su espalda le advirtió. Se giró y vio a Ron y Crabbe corriendo por el pasillo hacia ellos, tan rápido como podían.

-¿Te gusta caliente, escoria? -rugía Crabbe mientras corría.

Pero no parecía tener control sobre lo que había hecho. Llamas de un tamaño anormal los estaban persiguiendo, lamiendo los laterales de las murallas de trastos, que se estaban desmenuzando convertidos en hollín ante su contacto.

-¡Aguamenti! -chilló Harry, pero el chorro de agua que salió de la punta de su varita se evaporó en el aire.

-¡ES FUEGO MALDITO! -chilló Draco horrorizado.

-¡CORRAN! -gritó Annie.

Cuando giraron en una curva las llamas los persiguieron como si estuvieran vivas, sensibles, decididas a matarlos. Ahora el fuego estaba mutando, formando una manada gigante de bestias ardientes: serpientes llameantes, quimeras y dragones se elevaban y caían, y se elevaban de nuevo, y los detritus de siglos de los que se estaban alimentando, fueron lanzados al aire y hacia sus bocas con colmillos, sacudidos en lo
alto de pies con garras, antes de ser consumidos por el infierno.

Crabbe y Goyle habían desaparecido fuera de vista; Harry, Ron, Draco, Annie y Hermione se pararon en seco.

Los ardientes monstruos estaban rodeándolos, acercándose cada vez más, moviendo garras, cuernos y colas, y el calor a su alrededor era tan sólido como una pared.

-¿Qué podemos hacer? -gritó Hermione por encima de los rugidos ensordecedores del fuego-. ¿Qué podemos hacer?

Annie alzó su varita y dio un latigazo al aire. Una especie de capa protectora se alzó sobre ellos, pero se desvaneció cuando el fuego la tocó.

-¡Aquí!

Harry agarró un par de escobas de aspecto sólido de la pila más cercana de trastos y le lanzó una a Ron, que puso a Hermione detrás. Harry junto a Annie y Draco en una sola.

Harry pasó la pierna por encima de la segunda escoba y, con fuertes golpes en el suelo, se elevaron en el aire, esquivando por centímetros el pico cornudo de una llameante ave de rapiña que cerró la mandíbula con fuerza. El calor y el humo se estaban volviendo insoportables. Bajo ellos el fuego maldito estaba consumiendo el contrabando degeneraciones de estudiantes perseguidos, los resultados culpables de miles de experimentos prohibidos, los
secretos de incontables almas que habían buscado refugio en la habitación. Annie no podía ver ni rastro de Crabbe o Goyle por ninguna parte. Descendió en picado tan bajo como se atrevió sobre los merodeadores monstruos llameantes para intentar encontrarlos, pero no había nada más que fuego. Qué terrible manera de morir... nunca había querido esto...

-¡Harry, salgamos, salgamos! -bramó Ron, aunque a través del humo negro era imposible ver dónde estaba la puerta.

Y entonces Harry escuchó un débil y lastimoso grito humano en el medio de la terrible conmoción, del estruendo de las llamas devoradoras.

-¡Es... demasiado... peligroso! -gritó Ron, pero Harry se
giró en el aire. Con las gafas proporcionándole una pequeña protección en los ojos contra el humo, rastreó la tormenta de fuego que había debajo, buscando un signo de vida, una extremidad o una cara que todavía no estuviese carbonizada como la madera...

Annie y las Reliquias de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora