27. Ollivander

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Annie se sentó en la cama, ayudada por Harry nuevamente.

El fabricante de varitas estaba tendido en la cama más alejada de la ventana. Había estado prisionero en aquel sótano durante más de un año y había sido torturado, Harry lo sabía, en al menos una ocasión. Estaba muy delgado, los huesos de su cara sobresalían notoriamente contra su amarillenta piel. Sus grandes ojos plateados parecían divagar entre sus párpados. Las manos que yacían sobre la manta podían haber pertenecido a un esqueleto.

El sol naciente no se veía desde allí. El cuarto daba al jardín sobre el acantilado y la tierra fresca del sepulcro.

-Señor Ollivander, siento molestarlo -dijo Harry.

-Mi querido muchacho -la voz de Ollivander era débil-. Tú nos rescataste. Pensé que moriría en ese lugar, nunca podré agradecerte... nunca podré agradecerte... lo suficiente.

-Estuvimos contentos de hacerlo.

Annie observó como Harry se llevaba las manos al cuello y extraía la varita de su bolsa que Hagrid le había regalado.

-Señor Ollivander, necesito ayuda.

-Lo que sea, lo que sea,- dijo el fabricante de varitas débilmente.

-¿Puede repararla? ¿Es posible?-

Ollivander alzó una temblorosa mano, y Harry colocó las dos mitades apenas conectadas en su palma.

-Acebo y pluma de fénix -dijo Ollivander con voz trémula. -Once pulgadas. Agradable y flexible.

-Sí -dijo Harry-. ¿Puede...?

-No -susurró Ollivander-. Lo siento, de verdad lo siento, pero una varita que ha sufrido este grado de daño no puede ser reparada de ninguna manera que conozca.

Annie suspiró y bajó la vista. Aunque Harry le decía que no era su culpa, seguía pensando que sí.

Volvió a coger las mitades de la varita y las volvió a colocar en la bolsa alrededor de su cuello. Ollivander se quedo mirando el lugar donde la varita rota había desaparecido y no dejó de mirar hasta que Harry tomó de su bolsillo la varita que había traído de la casa de Malfoy.

-¿Puede identificar estas? -preguntó Harry.

El fabricante tomó la primera de las varitas y la sostuvo cerca de sus pálidos ojos, girándola entre sus dedos, flexionándola suavemente.

-Nuez y nervio de dragón -dijo-. Doce pulgadas y tres cuartos. Inflexible. Esta varita pertenecía a Bellatrix Lestrange.

Annie se estremeció de nuevo.

¿Y ésta?

Ollivander la examinó de la misma forma.

-Espino y pelo de unicornio. Diez pulgadas justas. Moderadamente flexible. Esta era la varita de Draco Malfoy.

-¿Era? -repitió Harry-. ¿Acaso no sigue siento suya?

-Quizás no. Si tu la tomaste...

-...lo hice...

-...entonces puede ser tuya. Claro, la forma de ver las cosas depende mucho también de la varita en sí misma. En general, si una varita ha sido ganada, su lealtad cambiará.

Annie parpadeó confundida. No sabía en qué momento Harry había desarmado a Draco, tal vez estaba en ese momento donde el.dolor era lo único que sentía.

-Fue para guardar apariencias -le susurró Harry.

Hubo un silencio en el cuarto, excepto por el distante rugir de las olas.

Annie y las Reliquias de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora