40. La muerte de Snape

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-...mi Señor, la resistencia se está desmoronando...

-... y lo está haciendo sin tu ayuda -dijo Voldemort con su altiva y clara voz-. Aunque tú seas un hábil mago, Severus, no creo que supongas mucha diferencia ahora. Casi estamos... casi.

-Permítame encontrar al chico. Déjeme traerle a Potter. Sé que puedo encontrarle, mi Señor. Por favor.

Snape pasó a zancadas por delante de la hendidura, y Harry se retiró un poco, manteniendo los ojos fijos en
Nagini, preguntándose si habría algún hechizo que pudiera penetrar la protección que la rodeaba, pero no podía recordar ninguno. Un intento fallido, y revelaría su posición.

Voldemort se levantó. Harry podía verle ahora, ver sus ojos rojos, el achatado rostro de serpiente, su palidez reluciendo levemente en la penumbra.

-Tengo un problema Severus -dijo Voldemort suavemente.

-¿Mi Señor? -dijo Snape. Voldemort levantó la Varita de Saúco, cogiéndola tan delicada y meticulosamente como la batuta de un director.

-¿Por qué no me funciona, Severus?

Annie comenzaba a respirar más rápido cada vez, pero intentaba que no se escuchara nada.

-¿Mi... Mi Señor? -dijo Snape sin comprender-. No lo entiendo. Usted... usted ha ejecutado magia extraordinaria con esa varita.

-No -dijo Voldemort-. He ejercido mi magia habitual. Soy extraordinario, pero esta varita... no. No ha revelado las maravillas que me habían prometido. No percibo diferencias entre esta varita y la que obtuve de
Ollivander tantos años atrás.

El tono de Voldemort era pensativo, tranquilo.

-Ninguna diferencia -dijo de nuevo Voldemort. Snape no habló. Annie no podía verle la cara. Se preguntó si Snape presentía el peligro, y estaba
intentando encontrar las palabras adecuadas para tranquilizar a su maestro.

Voldemort empezó a moverse alrededor de la habitación. Annie lo perdió de vista unos segundos.

-He pensado largo y tendido, Severus... ¿sabes por qué te he hecho volver de la batalla?

Y por un momento Annie vio el perfil de Snape. Sus ojos estaban fijos en la enroscada serpiente en su caja
encantada.

-No, mi Señor, pero le ruego que me permita volver. Déjeme encontrar a Potter.

-Suenas como Lucius. Ninguno de ustedes entiende a Potter como lo hago yo. No necesita ser encontrado. Potter vendrá a mí. Yo conozco sus debilidades, sabes, su único gran defecto. Odiaría ver como son fulminados los demás a su alrededor, sabiendo que lo que ocurre es a causa de él. Querrá detenerlo a cualquier precio. Vendrá.

-Pero mi Señor, podría resultar muerto accidentalmente por cualquier otro antes de que usted...

-Mis instrucciones a los mortifagos han sido perfectamente claras. Capturar a Potter. Matar a sus amigos...cuantos más, mejor... pero no matarle a él. Pero es de ti de quien deseo hablar, Severus, no de
Harry Potter. Has sido muy valioso para mí. Muy valioso.

-Mi Señor sabe que solo ambiciono servirle. Pero... déjeme ir a por el chico, mi Señor. Déjeme traérselo. Sé que puedo...

-¡Te he dicho que no! -dijo Voldemort. Annie apretó su varita-. Mi preocupación por el momento, Severus, es que ocurrirá cuando finalmente encuentre al chico.

-Mi Señor, no puede haber dudas, ¿seguramente...?

-... pero hay una duda, Severus. La hay.

Voldemort se detuvo, y nuevamente Harry pudo verlo perfectamente mientras deslizaba la Varita de Saúco entre sus blancos dedos, mirando fijamente a Snape.

Annie y las Reliquias de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora