21. Visitando a los Lovegood

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Tenían una excelente vista del pueblo de Ottery St. Catchpole desde la ladera ventosa hacia la que se desaparecieron la mañana siguiente. Desde su ventajosa posición elevada, el pueblo parecía una colección de casas de juguete dentro de los grandes rayos de luz inclinados que se extendían desde los espacios entre las nubes hasta la tierra. Se quedaron parados un minuto o dos mirando a la Madriguera, protegiéndose los ojos del sol con las manos, pero todo lo que fueron capaces de distinguir fueron los altos setos y árboles del huerto, que proporcionaban a la pequeña casa torcida protección a ojos muggles.

-Es raro, estar tan cerca, pero no hacer una visita -dijo Ron.

Annie apretó la mano que sostenía a Edward.

-No te separes de mí o Harry, ¿si? -pidió ella al niño. Este asintió seriamente, como comprendiendo lo que pasaba.

-Probemos por aquí -dijo, liderando el recorrido sobre
la cima de la colina. Caminaron durante unas pocas horas, Harry oculto bajo la capa de Invisibilidad ante la insistencia de Hermione. El grupo de colinas bajas parecía estar deshabitado, salvo por una pequeña casa de campo, que parecía abandonada.

-¿Crees que es de ellos, y que se han marchado durante las Navidades? -dijo Hermione, mirando a través de la ventana a una pequeña cocina ordenada con geranios en el alféizar. Ron resopló.

-Escucha, presiento que serías capaz de saber quién vive ahí si mirases a través de la ventana de los Lovegood. Probemos el siguiente grupo de colinas.

Así que se desaparecieron unos pocos kilómetros más al norte.

-¡Ajá! -gritó Ron, mientras el viento les azotaba el cabello y las ropas. Ron estaba apuntando hacia arriba, hacia la cima de la colina en la que habían aparecido, donde una casa con aspecto de lo más extraño se erguía hacia el cielo, con un gran cilindro negro que tenía una luna fantasmagórica colgando por detrás bajo el cielo de la tarde-. Esa tiene que ser la casa de Luna ¿quién más viviría en un sitio como ese? ¡Parece un grajo gigante!

Annie miró la casa con curiosidad. Era interesante ver algo más que las típicas casas de siempre.

Tres letreros pintados a mano habían sido clavados a una verja estropeada. En el primero se leía:

EL QUISQUILLOSO. EDITOR: X. LOVEGOOD

En el segundo:

ESCOGE TU PROPIO MUÉRDAGO

En el tercero:

NO TOCAR LAS CIRUELAS DIRIGIBLES

La verja chirrió cuando la abrieron. El camino zigzagueante que llevaba hasta la puerta principal estaba cubierto de una variedad de plantas extrañas, incluyendo un arbusto cubierto de frutas naranjas parecidas a un rábano que a veces Luna llevaba de pendientes.

Dos ancianos manzanos silvestres, doblados por el viento, vacíos de hojas pero todavía llenos de frutas rojas del tamaño de bayas y coronas de arbustos de muérdago con gotitas blancas, estaban colocados como centinelas a cada lado de la puerta. Una pequeña lechuza con la cabeza ligeramente aplastada y parecida a un halcón, los miraba desde una de las ramas.

-Es mejor que te quites la capa de Invisibilidad, Harry -dijo Hermione-. Es a ti a quien quiere ayudar el señor Lovegood, no a nosotros.

Él siguió la sugerencia y Annie guardó la capa en su bolso. Reafirmó el agarre en Edward y tocó la puerta.

Apenas habían pasado diez segundos cuando la puerta se abrió de golpe y apareció Xenophilius Lovegood, descalzo y llevando lo que parecía ser un camisón manchado. Su largo pelo como de algodón dulce estaba sucio y desarreglado. En comparación, en la boda de
Bill y Fleur Xenophilius había estado absolutamente elegante.

Annie y las Reliquias de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora