Capítulo XI

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Anne se había decidido a arreglarme el cuello de la camisa cuando Anaju entró por el pasillo con un elegante mono color rojo que resaltaba sobre su piel morena. Era entallado de modo que marcaba la silueta perfecta que tenía, dejando entrever el inicio de sus senos debido al escote en pico que terminaba de rematar el look. Sobre unos pequeños tacones transparentes avanzaba por el lugar como a cámara lenta causando que mi corazón palpitase velozmente.

– Uauh, ¡hija mía de mi vida! – exclamé inconscientemente cuando pasó frente a mí, dejando un rastro dulce de su perfume que eclipsó mis sentidos.

Mis ojos no podían alejarse de ella y, cuando quedó de espaldas, se desviaron hasta su dorso abierto, por la cual se asomaban varias pequitas que destacaban sobre su radiante bronceado, emprendiendo un viaje que terminaba bastante cerca de su trasero. Se alejaba quedando escondida por los armarios y, aunque dejase de verla, mi mirada no podía apartarse de aquel lugar mientras mi mente volvía a reproducir su entrada.

– Ya está. – añadió la pamplonica con un gesto imitando limpiarme las babas que, de no ser por que tenía la boca seca, me hubiesen caído al presenciar tal espectáculo de belleza.

Reímos ante mi explícita actitud cuando ella decidió volver a exhibirse ante mi panel visual. No lo pensé y, dejando atrás a mi compañera, acompañé sus pasos hasta la cocina donde ella se había parado a beber un vaso de agua.

Llamé su atención con un silbido y, al instante, giró su torso a la vez que yo quedaba junto a ella. Observé el maquillaje sutil que lucía su mirada con tonos oscuros, los cuales resaltaban sus ojos brunos a los cuales todavía no le había encontrado las pupilas, y, posteriormente, bajé mi vista a sus labios que vestían de un color rojo carmín hipnotizante.

– ¿Qué pasa señorita? – aporté con una voz ronca a la par que dejaba un sonoro beso en su mejilla – ¡Estás espectacular! – musité en su oído obteniendo por respuesta una amplia pero tímida sonrisa.

– Tú también estás muy guapo. – se atrevió a responderme analizando mi estilismo – Aunque si te abres este botón, te va a dar un toque más desenfadado. – añadió desabrochando el cierre con sus indecisos dedos y mi mano se afianzó en su cintura para atraer su cuerpo cerca del mío – Así mejor. – dijo melifluamente tras un par de minutos cuando logró su objetivo.

Ambos volvimos a mirarnos sonriéndonos, permitiendo que nuestros ojos conectaran de nuevo encontrando destellos de luz en el otro.

– Chicos, vamos a bailar. – nos invitó Eli mientras atravesaba el espacio, disolviendo la burbuja en la cual me encontraba admirándola.

– Vamos. – agregué cediéndole mi mano, como tantas veces había hecho aquella semana.

Ella la aceptó y llegamos a la sala grande para unirnos a la fiesta que tenían montada nuestros compañeros, donde conseguimos distanciarnos, aunque solo fuese por un pequeño rato ya que cuando las placenteras notas de la canción Better kind of bitter  inundaron la esfera no dude en volver a recortar nuestra distancia.

La busqué en primer lugar con la mirada para sigilosamente acercarme por su revés en segundo lugar. Dejé un soplo de aire en su pelo haciéndola consciente de mi llegada. Ella se volteó y con la mirada me anunció la presencia de la pantera. Quería ensayar, y no se lo iba a negar porque tenía tantas ganas como ella.

Emprendió la interpretación acercando su mano a la mía, espacio que no tardé en eliminar entrelazándolas. Sus ojos bailaron de aquel enlace hasta mis labios para terminar en los míos y dejarme con la necesidad de más contacto cuando se desplazó rompiendo aquel vínculo. Seguía mis pasos de reojo con una seducción abrumadora. Cerqué su posición pegándome al extremo a su cuerpo, observándola profundamente con una ceja enarcada, a lo que ella respondió con mayor efusividad tirando de mi americana. Llegamos al centro unidos, pero volvió a eliminar el roce con un movimiento seductor de caderas. Decidí atacar ajustando mi chaqueta la cual abrió un poco más mi camisa. Sin embargo, me quemaba la distancia que habíamos adquirido, así que estiré mi brazo para sujetar su espalda y presionar el agarre. Ella decidió posar el suyo en mi hombro, el cual deslizó posteriormente de forma aguda por mi torso y aproveché para acariciar su piel cálida y suave. Nos mirábamos con adulación, ansia e incitación, yo estaba por volverme loco ante su provocación. No obstante, decidió cortar el momento con un enganche de manos que terminó en un abrazo. 

inmarcesible | anahugWhere stories live. Discover now