- Ana, va a ir todo bien. ¿De acuerdo? – noté como los delicados dedos de mi madre recorrían mis párpados para alejar las incipientes lágrimas que brotaban de mis ojos. Poco a poco fue uniendo su rostro al mío para transmitirme aquello que tanto necesitaba en ese momento: calma.
Al encontrarme con su mirada, elevé mis manos para acunar su rostro entre ellas. Sabía qué cruzaba por su cabeza porque era lo mismo que ocurría dentro de la mía.
Miedo.
Una sensación que se había instalado en mi cuerpo desde hacía pocos meses, y, en vez de abandonarme en el transcurso de los días, se arraigaba en mi interior con más ferocidad. Lo notaba al despertarme y ser consciente de que mi vida estaba a punto de dar un giro de ciento ochenta grados. Un cambio sin precedentes. Sin guion. Sin seguridad. Y, para mí, aquello significaba un desequilibro en mi ser natural. Mi mundo se regía por el orden, la constancia y la simetría. Un mundo donde no habitaba el caos ni mucho menos la incertidumbre.
Puede ser que aquella regularidad me impulsara a proponerme nuevos retos y, con ello, nuevas metas, al igual que nuevas locuras como la que había cometido. Simplemente era una diseñadora gráfica trabajando en una agencia de comunicación, a la cual le apasionaba el arte en todo su conjunto. Conjunto que abarcaba un frenesí desmedido por la música.
Y la música era el impulso que me había traído a este incierto instante. Las melodías que se enroscaban en mi mente. La energía que estallaba en mi cuerpo. Las descargas eléctricas que erizaban cada poro de mi piel. Las notas que bailaban por mis cuerdas vocales. La expresión totalitaria de mí en un par de minutos. Los sentimientos silenciados recogidos en varias palabras.
Esa era la razón por la que me encontraba frente a mis padres, despidiéndome. Dejando atrás mi regularidad, mi trabajo, mi hogar, mi espacio, mi rutina, mi ciudad, mis amigos, mi familia, y, a mí misma. No sabía cuándo iba a volver, tampoco sabía si iba a volver siendo la misma persona que me iba. No sabía nada de lo que ocurriría después de aquello, solo que tenía ganas de vivirlo. De dejarme ser, expresar y precipitarme hacia un vacío extraordinario.
Dejé un suave beso en la mejilla de mi madre para, posteriormente, entrelazar sus manos con las mías y apretarlas con fuerza, intentando transmitirle la escasa entereza que subsistía en mí.
- Gracias. – fue la única palabra que conseguí decir sin quebrarme.
Mi padre nos abrazó por detrás a ambas para ahogar el suspiro que llevaba reteniendo desde hacía varios minutos. En ese momento, supe que lo que no iba a cambiar nunca era el apoyo incondicional que siempre me habían brindado y seguían haciendo. El amor que me tenían y el que yo les tenía a ellos. Y aquello me transmitió la seguridad que daba por perdida; la estabilidad de sentirme y ser mía.
- Os quiero. – y aquellas sí que iban a ser nuestras últimas palabras hasta que volviese, quién sabe, si en algunas semanas o unos meses.
- Nosotros a ti también. – bajo la mirada de mis padres y el sonido de su voz, crucé el control para subirme al tren dirección Barcelona donde se realizaría el casting final de Operación Triunfo 2020.
Alrededor de cien aspirantes llegábamos a esa prueba, pero la mayoría se quedarán en el camino porque solo dieciocho lograrán estar en esa ansiada Gala 0, donde volverán a competir por entrar en la Academia y solo dieciséis lo conseguirán.
El pensamiento de ser yo una de las escogidas semejaba muy lejano ya que ni era cantante ni músico, y mi único recorrido era ser parte del coro de mi universidad, algo demasiado cutre con toda la instrucción que habrían recibido las miles de personas que se habían presentado. No obstante, haber llegado hasta ese lugar dejando atrás a muchas de aquellas personas me proporcionaba el resquicio de pensar que quizás podía tener algo diferente, algo singular que ofrecer dentro de mi cotidianidad.
Observando el paisaje que dejaba atrás por la ventana del tren, decidí ponerme los auriculares para, simplemente, disfrutar del trayecto y de la experiencia, trayendo conmigo de banda sonora Niña de las dunas de María José Llergo.
YOU ARE READING
inmarcesible | anahug
Fiksi PenggemarSe entiende por inmarcesible aquello que no se puede marchitar. Pues inmarcesible es la intensidad con la que vive la protagonista de esta historia, matiz que la caracteriza y provoca que se suma en una vorágine de emociones cada vez que conecta co...