– ¿Te ha gustado? – pregunté en un susurro cuando el silencio nos arropó entre aquellas cuatro paredes.
Ella tenía su mirada puesta en mí, al igual que la mía estaba puesta en ella. En verdad seguía allí desde su clase con Vicky. O simplemente desde que la había conocido en aquel hotel de Barcelona.
Aquel magnetismo que desprendía desde aquellos escenarios improvisados en los castings seguía intacto, así como la poca cordura que me arrastraba tras él. Pero el miedo ante la magnitud de aquel sentimiento llevaba cercándome días, o más bien, unas semanas. Semanas en las que nada conseguía que apartase la mirada de sus pasos, sus gestos, sus huellas. Todo aquello que hacía o decía, y pensaba se resumía en un color: negro azabache; el de sus ojos.
No obstante, aquel miedo no constituía un freno, más bien suponía un impulso para seguir detrás. Tras algo que no tenía nombre, ni tan siquiera podía tenerlo. Porque cuando ella entraba en juego, el resto desaparecía.
– Puedo decir que es de mis canciones tuyas favoritas. – añadió en un tono tímido mientras recogía un mechón de su pelo tras su oreja.
Tal ternura me causó su acto que incluso dejé de lado el temblor que causaron sus palabras en mi estómago. Por ello, me acerqué a ella con cuidado, paso a paso hasta llegar frente suya.
– No seas tonta, no es pa' tanto. – tiré de ella para ponerla en pie y rodear su cintura con mis brazos.
– No seas tonto, sí es pa' tanto. – me contradijo para acurrucarse contra mi cuerpo – De hecho, es preciosa.
Y ahí estaba. Su voz calmada frente a mis gritos. Su pausa frente a mi velocidad. Sus caricias frente a mis rudezas. Su aliento contra mi cuello frente al mío contra su cabello. Su respiración acompasada con las agujas del reloj frente al galope frenético de mi corazón. El olor a miel de su pelo frente a mi jabón de avena. El tacto de su piel cálida frente a mi cuerpo gélido.
Al reverso, pero al compás.
A diferentes revoluciones, pero hacia la misma dirección.
– ¿Todavía sigues sin creértelo? – cuestionó distanciándose de mi agarre y sujetando mis ojos en los suyos.
– Si me lo dices así, tendré que creérmelo. ¿No? – afirmé admirando la luz sincera que desprendían sus ojos.
Ella se limitó a asentir.
– Espera, que quiero enseñarte algo. – y dejándome con la palabra en la boca salió disparada hacia el recibidor donde se perdió entre el pasillo para posteriormente retornar con una pequeña libreta marrón y su ukelele entre las manos.
Se sentó en el sitio del sofá que anteriormente había ocupado yo, y con un movimiento ligero de muñeca consiguió enredar una parte de sus mechones en una coleta improvisada.
Sus dedos empezaron a deslizarse por las cuerdas de aquel instrumento chiquitillo, pero antes levantó su mirada para preguntarme:
– ¿Quieres? – y automáticamente una sonrisa se extendió por mi rostro.
– Claro que quiero. – sentencié para deshacerle de aquellos pequeños demonios que le atormentaban; aquellos que yo también tenía, pero que desaparecían a su lado. Pues con tres acordes que acompasaban a su voz logró silenciarlos.
Ha pasado poco, pero ha pasado.
El nítido de ayer ahora es nublado,
y sé quién eres, aunque te haya olvidado.
Miradas furtivas, besos robados.
Guarda las distancias.
Ten cuidado, tranquilo
solo estoy de paso.
Y me iré,
me iré,
me iré,
to' mi tiempo pa' mi.
Y me iré,
pero tal vez
hace tiempo que me fui.
Cada día contigo cambia el cifrado,
no existe la norma,
todo se ha borrado.
Y yo creía que te había olvidado.
– De esta última parte no estoy muy segura. De hecho, voy cambiando cosas y ni tan siquiera está terminada. – cortó bruscamente enumerando obstáculos, frenos, limitaciones, ... excusas que no consiguieron abstraerme del aura tan íntima y personal en la que me había embaucado con su voz.
– Anaju. – la llamé y todo se volvió a detener.
En mi mundo solo estaban ella y sus ojos.
El brillo de duda que vestían.
Y el nerviosismo que mostraban sus dedos ante mi reacción.
– Es una jodida maravilla. – afirmé tras unos segundos en los que reuní el valor para deshacerme entre halagos por ella – Tú. El ukelele. La letra. La melodía. Y la burbuja mágica en la que me has sumergido. Es una delicia escucharte, de verdad.
Más sinceridad no encerraban mis palabras. Así lo ratificó la sonrisa que arrancó en mí debido a la suya cuando se lanzó a mis brazos en la butaca que ocupaba.
– No seas tonto, no es pa' tanto. – esbozó modestamente copiando mi comentario anterior.
– No seas tonta, sí que es pa' tanto. – la imité aferrándola más a mi pecho para depositar un suave beso en un cabello.
Y ella que no era huracán, bebía de mi vitalidad.
Mientras yo que era un ciclón, únicamente conseguía mecerme a su lado.
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inmarcesible | anahug
FanfictionSe entiende por inmarcesible aquello que no se puede marchitar. Pues inmarcesible es la intensidad con la que vive la protagonista de esta historia, matiz que la caracteriza y provoca que se suma en una vorágine de emociones cada vez que conecta co...