Capítulo XXVI

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Puede ser que solo me quedasen 24 horas en la academia.

Que aquella fuera mi última noche entre aquellas paredes que me habían acogido durante dos meses.

Que estuviese respirando la tranquilidad de sus noches.

De su silencio.

De su calor.

Por última vez.

Sin embargo, todo aquello ni se me cruzaba por el pensamiento.

No era la causa de mi pesar ni preocupación.

Eso lo era ella.

La imagen de su rostro bañado en lágrimas seguía anclada en mi mente a modo de condena. Y aquello contrarrestaba en profundidad con el brillo de sus ojos cuando me arropó entre sus brazos y los de sus padres.

No creía que la canción la iba a atormentar de tal forma que destruyera la felicidad que irradiaba después de la acogida tan cálida y sincera que había obtenido en la firma.

Era tan fuerte, que el verla recostada en la mesa y escondida tras sus manos, quebró mis esquemas. Pues pude notar cómo su angustia me alcanzaba. Cómo el corazón se me afligía con el sonido de su sollozo. Cómo, habiendo intentado distraerla y animarla, no la había hecho ni sonreír.

Después de abandonar el comedor para encerrarse en un box de la sala de ensayo, no había dejado de pensar en qué hacer o qué decir para lograr calmarla o, aunque solo fuese por unos instantes, hacerle olvidar sus inquietudes.

Daba vueltas por el pasillo trazando un camino sinfín desde la cocina hasta el vestidor. Ida y vuelta. Mientras mi cabeza no dejaba de funcionar.

Nada me importaba más que hacerla sentir bien.

Pasaban las horas, los minutos, los segundos ... y la desesperación nublaba mi cabeza.

Sabía que necesitaba espacio, justo como la semana de "Amor eterno". Sin embargo, el nerviosismo y la agitación que viajaba por mi cuerpo parecía no querer dárselo, pues este me reclamaba verla, al menos solo para asegurarme de que estuviese mejor que anteriormente.

Y así lo hice.

Llegué a la sala de ensayos y la vi metida en el box de Laura. Estaba tan concentrada con el piano que no me vio llegar.

Continué caminando para acercarme a aquel lugar.

Estaba preciosa. Iluminada por los pequeños LEDS del habitáculo. Con una coleta sujetando su pelo, la cual permitía que alcanzase a ver su rostro, aún con los ojos hinchados y rojos, pero hermoso. Sus dedos se deslizaban con delicadeza por las teclas a la par que mis ojos viajaban desde aquel lugar hasta su pecho, recorriendo un camino por sus brazos y hombros que quedaban al descubierto debido a la prenda que la vestía. Aquel mono azul marino que había estrenado la semana de Señorita y que cada vez que lo llevaba puesto no me dejaba pensar en otra cosa que sus labios tan peligrosamente cerca de los míos.

Sujeté el tirador de la puerta con mi mano y cerré quedando de espaldas, intentando coger el aire que me había robado.

Tras girarme y observarla, había conseguido dejarme sin palabras y, como un niño, solo pude sentarme en el suelo para contemplar con toda la ternura que desprendía la escena de ella frente al piano tocando y contando su canción. No con sus palabras, sino con sus gestos.

Un leve 'hola' escapó de mis labios y sonreí como un bobo al observar sus ojos puestos en los míos.


No recuerdo de dónde ni de quién surgió la idea pero allí estábamos en la sala grande cantando y bailando como dos muchachos de fiesta un sábado por la noche cualquiera.

No me importaba quedarme sin voz, no dormir mis 8 horas diarias y ni siquiera la posibilidad de tener agujetas para mañana.

Solo me importaba ella y su felicidad.
Y verla reír. Saltar. Disfrutar. Era todo lo que me hacía falta tener esa noche.

Una versión bastante cañera de "Sin pijama" era nuestra banda sonora.

Me quedé observándola frente al espejo. Estaba mareada de tanto dar vueltas y con los brazos abiertos, y, siguiendo mi impulso, no dudé en atraparla entre mis brazos para seguir girando alrededor de aquel espacio.

Sus carcajadas inundaban el lugar.

Y, tenerla así, entre mis brazos, me hacía sentir pleno.

Notaba el corazón rebosante.

Una sonrisa pura escapaba de mis labios.

Escuchaba los latidos de su corazón rebotar en las palmas de mis manos. Y juro que aquella melodía, mezclada con su voz, era la más hipnotizante que había oído.

Y no quería dejarla de oír nunca.


- Gracias. - susurró acurrucándose en mi cuello mientras le rodeaba los hombros de camino a las habitaciones.

- ¿Por qué? - le pregunté de forma curiosa y aniñada.

- Por venir. - concluyó ella con una veracidad en sus palabras que me dejó atónito.

Una tímida sonrisa escapó de mis labios fundiéndose con la suya.

- Qué tonta. - acuñé dejando un tierno beso en su cabeza.

Nos dirigimos a los vestuarios y me dediqué a estudiar los movimientos de su cuerpo estirándose hasta la balda más alta de su armario para agarrar su pijama. Luego lo dejó en el sillón. Y, mirándome a los ojos, se acercó paulatinamente hacia mí.

- Hugo - pronunció tan sigilosamente mi nombre que me pareció celestial - Me puedes desabrochar la cremallera, por favor.

E hice lo que me pidió. Lo haría siempre. No sé ni para qué me preguntaba.

Se dió la vuelta, ofreciéndome una vista íntegra de su espalda.

Llevé los trémulos dedos de mi mano derecha al comienzo de su cremallera, no sin antes deleitarme con el tacto suave de su piel.

Poco a poco, mi mano fue descendiendo por su dorso al compás de su cierre, acto que me permitió deleitarme con un modesto jadeo que huyó de su boca.

Cuando terminé, volvió a voltearse quedando o bien considerablemente lejos de mí o bien extremadamente cerca. En aquel momento mi cuerpo se decantaba por la primera opción, ya que mis dedos seguían anclados en la zona baja de su espalda, queriendo acercarla lo máximo posible a mí.

- Gracias. - terminó por responder calmando el deseo que empezaba a asomar en mi vientre.

Y desapareció por el pasillo en dirección al baño.

Tumbado en mi cama no podía dejar de pensar en todo lo que había ocurrido hacia apenas unas horas. Pues lo que acababa de sentir era tan mágico como emergente. No sabía qué me pasaba, solo que nunca me había pasado y que, a partir de ese momento, no quería que me dejase de pasar nunca.

inmarcesible | anahugWhere stories live. Discover now