Capítulo XVIII

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'Te prefiero cuando eres, tú misma la que te prefieres.'

La canción de Javy terminó, dejándome el corazón hecho trizas. No dudé en levantarme e ir a abrazarle de manera inmediata. Después solo pude sentir más de una decena de brazos a mi alrededor.

– Es preciosa, Javy. – admití cuando me separé de su hombro con los ojos todavía cristalizados de la emoción.

– Tú sí que eres preciosa. – me respondió él con una gran sonrisa.

Yo me limité a devolvérsela y volver a mi sitio sonrojada, aunque aquel lugar lo ocupaba en ese momento Bruno. Al verme, me hizo un hueco prestándome el espacio que necesitaba para volver a descansar sobre algún lugar. Sin duda, aquella semana estaba siendo bastante intensa y mis fuerzas se agotaban. Su mano reposó sobre mi muslo y con un leve apretón me deshizo de gran parte de aquel agobio.



El segundo pase de micros de la Gala 5 transcurrió con agilidad, mientras todos sonreían por sus actuaciones, una parte de mi ser seguía atormentándome por llegar sin respiración a la última parte de la canción. La energía fluía de tal forma por mi cuerpo que era incapaz de derrocharla por cada poro sin desgastar fuerzas. Bruno, observándome acongojada, deslizó su brazo por mi espalda y me estiró hacia su pecho. Otra mano ascendió por mi pierna izquierda a modo de caricia. Alcé mi vista alcanzando una cabellera blanca, ya que de rubia quedaba más bien nada. Y volví a vestir una sonrisa sincera.

Era reconfortante saber que allí tenía pilares en los cuales poder apoyarme y descansar, aunque fuese por unos minutos. Aquellos gestos me llenaban internamente, y los usaba para cargar las pilas. Nuestro vínculo se hacía más firme con el paso de las horas, así como mi miedo a separarme de ellos.

– Tranquila, ¿vale? – esbozó en voz baja Hugo mientras sus ojos colisionaban con los míos.

Asentí y me dirigí a la siguiente clase.



Las gotas de sudor se deslizaban por mi frente llegando a alcanzar mi cuello, mis piernas temblaban flaqueando debido al esfuerzo, y mi cabeza simplemente reproducía el ritmo de aquel hip-hop latino. A pesar de ello, estaba contenta con el resultado que había obtenido en clase de Vicky, pues ya los pasos nacían de mi cuerpo sin necesidad de pensar, y la voz cazó la última nota con una facilidad desorbitante para mí en aquel instante.

Satisfecha me enfilé hacia las duchas, pero unas esmeraldas verdemares apoyadas en el marco de la puerta interrumpieron mi rumbo.

– ¿Qué haces aquí? – cuestioné acercándome lentamente al propietario de aquellos ojos.

– Verte. – una sacudida removió mi estómago dejándome indefensa ante su comentario, y mis labios expandieron mi sonrisa - Y recordarte que lo haces maravillosamente bien y que no ensayes más. - terminó arrastrando las últimas letras con su expresividad característica, hecho que arrancó una gran carcajada en mí.

– Anda, vamos. – añadí dispuesta a llegar al vestidor, sin embargo, él me frenó.

– No. – respondió Hugo firmemente – Tengo que enseñarte una cosa. – y estirando mi mano me arrastró hasta la sala de Capde.

– ¿Qué hacemos aquí? – inquirí nerviosa cuando se alejó para trastear con las guitarras.

– He escrito otra canción y quería enseñártela. – me explicó mostrando una sonrisa tan tímida como adorable.

Sus labios curvados conjuntaban con el brillo de sus ojos, y sus dedos nerviosos jugaban entre ellos expectantes ante mi respuesta.

– Cántamela – le pedí sonriente intentando transmitirle una pizca de la seguridad y confianza que él estaba depositando en mí en aquel instante.

Sus manos alcanzaron una guitarra acústica y el sonido de su voz inundó el lugar.


Van diciendo por ahí

que hay que ser correcto,

que hay que ser perfecto,

que no tenemos defectos.

Que la vida son dos días

y hay que vivir contento,

con la pena por dentro,

sin sacar las cosas de contexto.


Yo me siento ante ti para contarte

que en la vida no tienes por qué encontrarte,

que los mejores brazos los tiene tu madre,

y si no la tienes, toca ser valiente.

Constante.

Admirable.


La forma en la que expresas que no hay nadie que te aguante.

Y ¿qué?

Si ya no soy igual que antes,

si ahora prefiero no tambalearme.


La vida me enseñó a ser y no ser malo.

Las buenas personas siempre echan una mano.

Quien te dijo a ti que te miran raro,

vaya ciegos que no ven a los humanos.


La vaina es sencilla cuando mantienes tu mente abierta.

Los ojos cerrados eso no sirve, es una mierda.

Tienes que espabilar para que así no te detengan.

Y agradecer al que te hirió por darte otra venda.


Cesó la melodía. El desgarro de su voz. El dulce sonido de la guitarra. El alma volcada en aquella canción.

Pero su mirada patentemente fijada en mí, no lo hizo.

Temblé a causa de la intensidad hiriente que desprendían sus ojos. Mi cuerpo se había estremecido con el simple contacto de las vibraciones de su canto. Y mi mente había grabado a fuego aquella frase vertida en la composición.

"Yo me siento ante ti para contarte que en la vida no tienes por qué encontrarte".

Él se sentaba ante mí para espantar a mis demonios.

Desnudo, con su voz y la guitarra como simple complemento. 

Abierto en canal.

Y con los brazos abiertos.

Tras de mí.

Pero firme en cada paso.  






inmarcesible | anahugWhere stories live. Discover now