– No puedes dormir, ¿verdad? – una mano temblorosa recorrió mi espalda acrecentando la sensación gélida de aquella madrugada de febrero.
– No. – respondí con frustración ante la incapacidad de tan apenas descansar que se había apoderado de mí desde hacía prácticamente una semana.
– Pues ya somos dos. – agregó Maialen que se había acomodado a mi lado en el sofá de la terraza.
El silencio entre ambas reflejaba el cansancio que llevábamos arrastrando por la cantidad de trabajo y actividad a la que estábamos expuestas, sumado al insomnio que conllevaba varios quebraderos de cabeza.
– Juji, todo va a ir bien. – los brazos de mi amiga intentaban sofocar la angustia que me consumía interiormente, a pesar del dolor que seguramente la angustiaba por la posibilidad de perder a su mayor apoyo: Bruno.
– Debería estar consolándote yo a ti. – le dije con media sonrisa que logré arrancar de entre las lágrimas que cubrían mis mejillas.
– Esa es mi suerte, que al menos te tengo a ti. – sus palabras sonaban tan sinceras que simulaban balas impactando contra mi cuerpo.
– No se ha ido todavía.
– Pero puede que lo haga. – Mai agachó la cabeza en señal de desaliento y su gesto terminó por romper otro pedazo de mi corazón.
No dudé en resguardarla entre mi pecho y mis brazos, entregándole aquello que ni yo misma poseía: coraje.
– No se lo merecía. Ni Bruno, ni Javy – opté por dar forma al pensamiento que se había adueñado de mi mente desde el final de la gala.
– Tú sí lo mereces. – una voz apareció tras nosotras dejándonos atónitas tanto por el mensaje como por el emisor.
Una figura se divisaba en mitad de la puerta entreabierta de la terraza. Parecía que llevaba allí horas, pero quizás solo hacía algunos segundos. Los suficientes como para haber escuchado mi confesión.
Dio un paso al frente, con sigilo y cautela. Temiendo nuestra reacción o haber roto el ambiente ingenuo que habíamos formado. Por ello, se detuvo en una esquina de la sala, un tanto alejado de nosotras.
– Perdón por interrumpir, solo venía a fumarme un cigarro y sin querer te he escuchado. – añadió Hugo con voz tenue – Pero si molesto, me voy.
– Qué va, ranita. – respondió Mai con rapidez al notar cómo mi cuerpo se había tensado – Solo hablábamos porque no podemos dormir. Y ya veo que no somos las únicas.
– Pues no. – optó por decir el cordobés con una breve sonrisa mientras mi compañera le señalaba el sillón de nuestro lado para que nos acompañase en esta velada.
Mis ojos se habían trasladado al suelo, presa del pánico al recordar sus palabras. Él, por el contrario, debía tener su mirada fija en mí porque mi cuerpo había empezado a quemar.
El sonido del mechero rompió el mutismo que se había instaurado entre los tres, así como el mismo de la llama incendiando el papel de su cigarro.
– ¿Quieres? – le preguntó a Mai, la cual negó con la cabeza mientras trazaba círculos con sus dedos en mi muslo.
– Y a ti, ¿qué te pasa señorito? – inquirió la de Pamplona decidida a romper el hielo, con la mala fortuna de pronunciar aquel apelativo cariñoso que hizo reír a nuestro acompañante.
– Insomnio. – fue brusco, escueto y directo.
– ¿De verdad? No lo hubiese acertado nunca. – espetó Mai irónicamente haciéndonos estallar a ambos en carcajadas.
– Anda que eres de lo que no hay, Huguito. – acuñé la afirmación de mi amiga conectando por primera vez en toda la velada con sus cristalinos ojos.
– Si saben cómo soy, pa' qué me invitan. – concluyó él con una sonrisa de oreja a oreja – En verdad no puedo dormir porque no dejo de darle vueltas a mi actuación. No me he sentido cómodo y tengo la sensación de no haberlo dado todo en el escenario. A diferencia de ti. – aclaró volviendo a posar su mirada en mí.
– Pero si me he ahogado un montón. – quise restarle importancia porque sabía el duro trabajo que había llevado a cabo Hugo durante toda la semana – Además, a mi me ha parecido una muy buena actuación. Estabais los dos guapísimos y muy conectados con el otro.
– Sí, pero algo ha fallado. La voz no me ha salido tan firme como siempre.
– Pero ranita, eso es cuestión de impresiones y momentos. Puede ser que no te hayas sentido del todo a gusto por motivos externos y te ha afectado a tu visión de la actuación. A mí, por ejemplo, me pasa. En los pases y en la academia me siento muy bien, pero llego a plató y me siento incómoda, como que no termino de encajar. Y eso es un problema si quiero vivir de esto.
La verdad que desprendía Mai así como sus palabras nos hizo recapacitar y entender que las inquietudes que nos angustiaban se magnificaban por el lugar en el que estábamos, pero que, en verdad, eran nimiedades. Y únicamente debíamos entenderlas, interiorizarlas y enfrentarnos a ellas de manera natural.
– Tienes razón Mai. Tú siempre la tienes. – expresó Hugo de manera sincera.
– No, la que siempre la tiene es Juji, que sabe más que los Reyes Magos y los Power Rangers juntos.
Y así fue como las risas se convirtieron en la banda sonora del primer amanecer del cual disfruté en la academia.

YOU ARE READING
inmarcesible | anahug
FanfictionSe entiende por inmarcesible aquello que no se puede marchitar. Pues inmarcesible es la intensidad con la que vive la protagonista de esta historia, matiz que la caracteriza y provoca que se suma en una vorágine de emociones cada vez que conecta co...