En días posteriores, con la idea del proyecto, y consciente de que podría ser todo lo fuerte que quisiera, Ramiro había llegado de mucho mejor ánimo a la escuela. Sin embargo, la prueba de que esa fortaleza era real y no un castillo de cartas, lo esperaba en el salón.
Un día más, Sebastián era el primero en llegar. Antes lo había hecho motivado por sus problemas familiares, pero en ese momento, la otra motivación que se le sumaba era poder enfrentar a la cara a aquel ciego hijo de puta que no cerró el culo cuando él entregó el trabajo como suyo.
-Ciego puto. –dijo Sebastián. –comenzando a insultar a su compañero, mientras se acercaba a él con paso firme.
Ramiro, sin miedo, no dudó en levantar su bastón, intentando apuntar hacia donde la voz se escuchaba. En realidad, no tenía idea si funcionaría, pero si era necesario, no dudaría en atacar.
-Juro por Dios que te voy a hacer mierda. –para cuando Sebastián terminó la frase, se había desviado del bastón a la mano derecha, pero quedando dentro de su radio.
Así fue que Ramiro pudo tirar un bastonazo, sin importar donde este fuese a impactar.
Tampoco es que haya usado mucha fuerza, pero cambió la escena cuando la misma profesora Blanco, de turno aquella mañana, ingresó al aula presenciando aquel golpe con el arma blanca.
-¡Ay! ¡Me duele! ¡Me lastimaste! –exageró Sebastián, usando la presencia de la mujer a su favor.
-¡No seas marica! –dijo Ramiro con risa de burla. –Y la próxima vez te mato. –añadió sintiéndose triunfador, pero ignorando la presencia de la profesora.
-¡Alumno Vega! –vociferó la mujer llena de cólera.
Y lo que siguió fue Ramiro siendo arrastrado hasta la dirección, seguido de su víctima, que tenía en sus manos el arma del delito.
-Es inadmisible la conducta de este chico. –exponía la profesora Blanco, con aires de triunfo. –leí en un artículo especializado de la Universidad de Oxford, que son un verdadero peligro. Y que tendría que estar en una escuela especial. Y seguramente, medicado o bajo estrictas normas de seguridad. Así... no sería un peligro para nadie.
-Yo tengo miedo. –dijo Sebastián, intentando reforzar las palabras expertas de la mujer.
-Yo opino que este chico debe ser retirado de la escuela. No sé... -dijo la mujer, pensando si proseguir o no: -tal vez, expulsarlo.
El director compuso la garganta mediante un carraspeo, y miró a la mujer fijamente, intentando que comprendiese que estaba yendo lejos en su empresa y corría todo el riesgo de sonar políticamente incorrecta, y lo que es peor, de ser removida de su cargo.
Pero, quién no tenía nada que perder, era Sebastián, aun con el arma blanca entre sus manos.
-¡No sé! Pero yo, no le voy a entregar esto a este infeliz, para que termine atacando a cualquiera.
Dicho esto, Sebastián salió intempestivamente del pequeño salón y en un acto de furia, golpeó el bastón contra el piso, dejándolo inutilizable.
Para cuando el líder educativo hubiera ordenado que detengan al chico, fue demasiado tarde. Pues la rotura estaba hecha.
La gente que trabajaba desde hace años en la 04, comentaba entre cotorreos, que ni en la época de Luciano Cuellar, se había producido semejante quilombo, y en una primera hora, tan temprano.
Ramiro, mientras tanto, estaba esperando sentado en la galería, a que llegara su madre a recogerle. Pues luego de tremendo escándalo que se había mandado, tenía quince días de suspensión.
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En las llamas del deseo
Teen FictionEsta es la historia de Ramiro Vega: un joven veinteañero, que tras vivir una experiencia traumática y misteriosa, regresa a la vida, luego de casi morir asesinado en una hoguera. Junto a Marta, su madre adoptiva, Ramiro decide iniciar una nueva vid...