<Tres son las fuentes de poder.> pensaba Ramiro, mientras se vestía para regresar a clases, tras quince días de ausencia. <Primero está el poder que ostentan los líderes naturales, aquellas personas cuya estrella es guiar pese a no tener un poder legitimado. El segundo es el otorgado por un grupo a quién se considera apto para la tarea. Y el último es el poder que otorga tener determinado tipo de conocimiento.>
Ramiro, sin ninguna duda, pertenecía a este último grupo. Sabía cosas. Cosas que podrían ponerlo al mando de algún proyecto, otras que como siempre, podrían ponerlo en el ojo de la tormenta.
-¿Ya estás listo? –preguntó Marta. Siendo esta una mujer que repentinamente había decaído demasiado en esos días.
-Me falta el perfume y vamos. Perdón por no comer hoy con vos. –dijo el hijo, concentrado en su regreso a clases.
Ramiro extrañaba a la mujer que le decía que comer era lo más importante para el día. Pero esta vez, ella no dijo nada y se limitó a alcanzarle su bastón construido de una caña que el mismo Ramiro había sacado de entre las cosas viejas de los anteriores propietarios de la casa.
-Ya veré como hago para conseguirte otro bastón. –la mujer sonó mortificada ante esto.
-Tranquila. Este me servirá. –indicó el chico, intentando fabricar una sonrisa.
Camino a la escuela, mientras caminaban, Marta dijo: -Raúl necesita de...
-No sé quién es Raúl. Y te pido con todo el respeto que te mereces que no vuelvas a nombrarlo. –se apresuró el jovencito sin dejar a su madre que le mencionara al hombre que muy en el fondo, amaba.
Marta entendía que Raúl se había equivocado, y lo había pagado caro. No obstante, había logrado perdonar sus ofensas y quería ayudarle a encontrar a los delincuentes, por lo que era capaz de traicionar al propio Ramiro, pues, mientras hablaba con él, tenía abierta su línea telefónica, para que Raúl pudiese escuchar a ver si en una de esas, Ramiro daba algún indicio que le sirviera como pista.
-Hijo. Raúl se equivocó.
-Raúl es un animal. Como todos los hombres de este pueblo. Sí. Yo puedo entender que no quisiera hablar conmigo después de que yo le dijera que estaba enamorado de él...
-Entonces... ¿Vos no querés ayudarlo porque te rechazó? –Interrumpió Marta el discurso de Ramiro.
-¡Mamá! –se airó Ramiro con dolor. –Si me hubiera enojado por eso, jamás hubiera intentado advertirle lo del incendio. Ese es el problema con Raúl. Y ahora creo que con vos también. Ustedes ven en mi un inútil incapaz de servirles de verdad. Quiero ayudar pero ignoran mis palabras, como si fuera que lo que digo es algo incoherente. Al final, el único que me escuchaba de verdad, y que quiso jugarse por mí, ya no está en este mundo. Y Micaela. Mi hermana... ella se fue por mi culpa.
Raúl, del otro lado de la línea, entendía que la herida que había abierto en Ramiro era difícil de cerrar. Y se maldecía porque ya podría tener resuelto lo de los delincuentes, sin embargo, Ramiro era peor que una mujer despechada. Una loca rencorosa.
-¡¡¡CUUUUUUUUUUUUULIIIIIIIIIIIIIIIIIAAAAAAAAUUUUUUUUUUUUU!!!!-gritó Néstor, entrando de sopetón al cuarto donde estaba su amigo con el teléfono.
-Cállate pelotudo. –dijo Raúl en voz baja, señalando el celular.
-¿Qué fue eso? –preguntó Ramiro.
-Nada. –dijo Marta asustada, finalizando la llamada.
Raúl perdió contacto y maldijo a su amigo hasta en idiomas que aún no se han inventado por ser tan inoportuno.

ESTÁS LEYENDO
En las llamas del deseo
Teen FictionEsta es la historia de Ramiro Vega: un joven veinteañero, que tras vivir una experiencia traumática y misteriosa, regresa a la vida, luego de casi morir asesinado en una hoguera. Junto a Marta, su madre adoptiva, Ramiro decide iniciar una nueva vid...