Capítulo XIII: Una vida normal

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Querido Ramiro. Quiero agradecerte por intentar defenderme de mi marido el otro día en la empresa. No debiste interponerte así. Me sentí muy culpable de que hayas recibido los golpes por mi. Sin embargo me hiciste sentir valorada. Te pido disculpas por mandarte esta notita escrita con lapicera, pero no sé escribir con los puntitos esos que dicen que escriben ustedes. Me gustaría invitarte un día a tomar el té. Va... en realidad hay un favor que te quisiera pedir. Bueno. Se me termina el papelito. Te dejo mi numero...

-Y al final te deja su numero. –comentó Marta, que era quién estaba leyendo la notita para su hijo. Pero sin entender qué cosa estaría queriendo esa mujer hablar con él.

Ramiro tampoco comprendía qué motivos podría tener Nadia, pero ya lo había aguijoneado el bichito de la curiosidad y tenía ganas de averiguarlo.

-Hijo. –dijo la madre con aflicción. –yo no estoy de acuerdo con que veas a esa mujer. Es más... después de lo que pasó con el marido, que no me contaste que te pegó (señaló con tono de reclamo), prefiero que te mantengas alejado. Además... -quiso seguir hablando, no obstante tomó actitud dubitativa y decidió guardar silencio.

-Además... ¿Qué? –Inquirió Ramiro.

Antes de continuar hablando, la mujer emitió un suspiro y dijo.

-No quiero que te ofendas hijo. Pero creo que deberías intentar llevar otro tipo de vida.

-¿otro tipo de vida? ¿A qué te referís?

-Me refiero... -respondió Marta envalentonada. –a que deberías intentar disfrutar más y meterte en problemas de gente joven. O sea... sos chico todavía... no sé... hacete de un grupo de amigos, salí con ellos, hacete la rata de la escuela... lo que vos quieras, pero por favor... ya no sufras más. sos muy joven aun y estás a tiempo de hacer de tu vida una historia diferente. No permitas que te pasen los años y termines dándote cuenta que dejaste pasar los mejores años de tu vida sufriendo por cosas que al final, tal vez, no habrán valido la pena.

-Entonces... -¿Vos me estás diciendo que lo que organizamos para Matilde está mal?

-¡No! –exclamó Marta, sabiendo que su hijo quizás la estaría interpretando mal. –yo no estoy diciendo que ese tipo de cosas estén mal, y tampoco te estoy diciendo que las dejes de hacer. Solo te pido que no te metas en problemas complicados. El incendio del galpón de Raúl es un tema complicado; ser amigo de la esposa de Martín Veliz también es un tema complicado. Según yo lo veo, vos ya pasaste por mucho. Date la oportunidad de disfrutar.

Más o menos, o más menos que más, Ramiro parecía comprender lo que Marta intentaba trasmitirle, sin embargo, no haría caso de su consejo, de manera que ignorando lo que ella le había pedido, le solicitó gentilmente el número de Nadia para escribirlo en su móvil.

Marta, muy a su pesar, dictó el número; y es que no podía hacer otra cosa más que dar una sugerencia, dar su opinión, pero no podía imponerse. Eso es algo que jamás había hecho con su hijo anterior. Y es algo que jamás haría con su nuevo hijo.

Un par de horas después, Joaquín llegó a casa de Marta y la encontró sola, sentada en el comedor, mirando al horizonte, absorta en sus pensamientos.

-¿Le pasa algo? –preguntó el visitante, con aflicción.

-Mi hijo Ramiro se fue a encontrar con la esposa de su sobrino Martín. –comentó Marta con sequedad.

Joaquín quedó tan inquietado como Marta.

-¿Qué quiere esa chica con Ramirito? Ojalá que nada malo.

-¿Usted cree que ella podría hacerle algo malo? –se preocupó la madre.

-No sé... pero me preocupa porque mi sobrino Raúl me comentó que el mismo día que ella volvió del viaje, lo mandó llamar con la sirvienta, para encontrarse en la casa de una vieja bruja que hay aquí.

En las llamas del deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora