El sonido de una aspiradora lejana pero molesta, obligó a Nadia a abrir sus ojos y entregarse nuevamente a la realidad.
Luego de mirar a uno y otro lado, con los ojos casi desorbitados, la futura mamá logró recordar dónde era que se encontraba. Y a la vez razonó sobre el hecho de que en muy poco tiempo, era la tercera o cuarta vez que despertaba en algún lugar que no era suyo. Lo que le hacía preguntarse: ¿Habría alguna vez un lugar que pudiera llamar suyo?
De pronto Nadia, tal vez sensible por el embarazo, se sintió como el pétalo de una flor que es arrancado por el viento, y que se mece sin rumbo por el aire, sin saber dónde es que caerá finalmente. Y esa imagen del pétalo rojo, la hizo evocar a su madre.
Y pensar que Nadia promediaba el cuarto de siglo de edad, y estaba cayendo en cuenta que conocía muy poco de su madre. Por lo pronto sabía que pese a ser una persona barata y vulgar, era misteriosa y un tanto extravagante. Sabía que su nombre real, el que figuraba en su documento de identidad era Rosa Méndez. Y sabía también que era prostituta, pero que no siempre había tenido esas inclinaciones por el esoterismo. Sabía que ante el mundo la negaba siempre como hija, y que hizo lo posible por ocultarla hasta que fue adolescente, y de allí, la soltó sola, obligándola a negarla como madre.
Y esas eran todas las piezas que Nadia tenía para armar el puzle que era la historia de su madre. De pronto, preguntas como: ¿Quién fue el padre? O... ¿Por qué había elegido ser bruja? Jamás obtendrían su respuesta.
Asimismo, a raíz del embarazo, y la visión de aquel pétalo abandonado al viento, se preguntaba si finalmente ella sería feliz con su Raúl, encontrando su lugar en el mundo, o se transformaría en su madre: "una nueva Rosa de los Vientos".
Pero jamás sería tan mala madre. Nunca negaría a su bebé. Además, lo malo de los pétalos que vuelan a la deriva, es que inexorablemente perderían su color y su belleza, cayendo a algún solitario suelo, para secarse y morir en el olvido.
-Pero no. Yo no soy un pétalo. Soy una mujer. He luchado por superarme, y aunque he perdido, tengo la esperanza de volver a empezar. No soy un pétalo. No...
-No sabía que mi hijo me había traído una loca a mi casa. –dijo una mujer bajita y regordeta, abriendo de golpe la puerta de la habitación, aun con la aspiradora encendida. –Generalmente las visitas suelen colaborar con los quehaceres. –indicó la anfitriona, señalando el reloj de pared, que marcaba las ocho de la mañana.
-Ella no hará nada. –intervino Diego, que entró a la habitación, aun en ropa interior, esquivando a su madre.
-Sinceramente no entiendo nada. –renegó la mujer, saliendo de la habitación, para continuar con la limpieza.
-Yo tampoco entiendo mucho. –comentó Nadia, fabricando una sonrisa de ironía.
-No te preocupes amiga que yo estoy igual que vos. –comentó Diego.
-¿Estás arrepentido de haberme traído aquí?
-La verdad sí. –respondió Diego sin reparos. –Al principio estuve de acuerdo en traerte porque vos no Tenés a dónde ir y la fortaleza no es segura. Y al mismo tiempo, tu novio me calló copado. Pero ahora... ni si quiera sé que mierda hago yo aquí. Bueno... si sé... estoy visitando mi clan. Pero no sé para qué mierda me sigo involucrando en las locuras de Luciano, de la asociación, de los apóstoles y de toda esa verga.
En ese punto del diálogo Nadia pudo notar que no sabía si Diego charlaba con ella o consigo mismo. Sin embargo, inscripta en la escena, observó:
-¿Por qué hablas de ese chico como si estuviera vivo?
-¿Qué chico? –preguntó Diego, saliendo de su abstracción.
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En las llamas del deseo
Teen FictionEsta es la historia de Ramiro Vega: un joven veinteañero, que tras vivir una experiencia traumática y misteriosa, regresa a la vida, luego de casi morir asesinado en una hoguera. Junto a Marta, su madre adoptiva, Ramiro decide iniciar una nueva vid...