Mónica era una chica muy alegre. Era la más bonita de todo el pueblo. Al menos para Joaquín no había existido otra mujer, pues estuvo muy enamorado de ella.
Joaquín y Mónica se conocieron una tarde en la plaza del pueblo de la Cruz. Era la fiesta de un santo católico, y todo mundo andaba de festejo.
Por aquellos días, el mayor de los hermanos Veliz, tendría unos veinticuatro años, y con la promesa de que jamás se casaría, era todo un don Juan. Mónica tampoco tenía pensado en casarse, pues con cuatro años menos que él, tenía pensado consagrar su vida a la religión. Y llegó al pueblo como novicia, para asistir a los sacerdotes durante la celebración.
Sucede que en plena misa, celebrada en la plaza, pues en la iglesia no había lugar para todos; llegó Joaquín, borracho y haciendo bochinche con un parlante chillón en su nuevo Ford Falcon.
Por aquellos días, la iglesia no contaba con un buen equipo de sonido y la música del quinteto imperial, se escuchaba más fuerte que la homilía. Entonces, Mónica, que andaba con la canastita de las limosnas, se acercó a aquel hombre del auto. Y con toda la dulzura que la caracterizaba, gritó:
-¡Sos un desubicado! ¿No ves que se está celebrando la eucaristía?
Pero su voz, se perdía silenciada por la música.
Mónica miró a su alrededor, observando con temor, pues la culpa por lo que quería hacer, no la dejaba actuar con libertad. No obstante, su rabia pudo más, y olvidada de su comportamiento de niña educada en los mejores colegios religiosos, tomó la decisión:
-¡Sos una loca de mierda! –gritó Joaquín, cuando volvió de su ensimismamiento, en el preciso momento en que la vio a ella, la religiosa de blanco hábito, golpeando el parlante con un palo de escoba que encontró tirado por allí.
-Silencio y respeto es lo único que pido. –ordenó la novicia, sosteniendo aun el palo, y lista para continuar golpeando si el borracho se ponía violento o grosero, o las dos cosas juntas.
Pero... llegó el momento y ambos debieron sostenerse la mirada. Él era el rico heredero de la familia más pudiente de aquel territorio. Un don Juan que había prometido jamás colocarse el yugo. Ella también era rica, pero consiente de las injusticias del mundo, juró ser pobre y unirse a Dios.
Sin embargo bastó una mirada para que la vida de aquellos jóvenes tomase un camino diferente al que habían decidido.
Angélica Veliz no estuvo de acuerdo jamás en que su hijo hubiese torcido el destino de consagración al que aquella buena muchacha se había preparado.
-Te vas a arrepentir Joaquín. ¡Dios se encargará de darte un castigo! –Había sentenciado la mujer, temerosa de los preceptos de la iglesia.
Joaquín sólo conservaba una foto de Mónica. Después de ella, no hubo otra mujer.
-Hace mucho que no miras esa foto. –observó Adalberto, entrando al escritorio y sorprendiendo a su hermano que estaba en otro mundo.
-A veces me pregunto si las palabras de nuestra mamá no serán reales y Dios me castigó. –Comentó Joaquín, sin quitar la mirada de aquella foto.
-Nuestra madre era fatalista. Para ella todo era castigo divino. Sinceramente creo que fue una terrible fatalidad y de todo corazón lamento que no hayas podido enamorarte y construir una familia después.
-Supongo que porque nunca nadie me volvió a preocupa... -y Joaquín guardó silencio, haciendo lo propio con aquella foto.
-Ahora que te veo con esa foto... me pregunto cuántas veces le habrás cerrado tu corazón a la posibilidad de ser feliz con alguien más. Y por miedo al fracaso. Por miedo a repetir la historia.
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En las llamas del deseo
Teen FictionEsta es la historia de Ramiro Vega: un joven veinteañero, que tras vivir una experiencia traumática y misteriosa, regresa a la vida, luego de casi morir asesinado en una hoguera. Junto a Marta, su madre adoptiva, Ramiro decide iniciar una nueva vid...