Matilde había sido trasladada de urgencia a la Clínica Central en la Inmaculada. Allí permaneció en observación durante un par de días, tras sufrir un desmayo. Su hija más pequeña, se quedó en casa de los tíos, mientras que su hijo Sebastián, permaneció sentado junto a su cama, día y noche. En cuanto a Hilario, no estuvo muy presente en aquel momento, pues debía cumplir con los encargos del patrón. Era eso, o es que en realidad la vida de su mujer no le interesaba demasiado.
-Dígame doctor... ¿Qué pasará con mi madre? –Sebastián buscaba alguna buena noticia cada vez que el médico pasaba a revisarla.
-lamentablemente... tu madre está en un estado delicado. Pero sos muy chico. Me gustaría hablar con tu padre. O con algún pariente de Matilde.
Sebastián argumentó que ya era mayor, pues tenía cumplida la edad reglamentaria. No obstante, aquel doctor intransigente, consideraba que mayor de edad se era recién a partir de los veintiún años.
Así, el muchacho suplicó por alguna razón, diagnóstico o pronóstico sobre su madre, no obstante solo hablarían con el marido de ella, o alguien que sea pariente y adulto.
Hubo un momento en aquellos días de internación, en los que Matilde tuvo mucha sed, y Sebastián debió dejarla por un momento para comprar una gaseosa sevenup, que era lo que ella tanto deseaba. Al regresar este, con la bebida de su madre, encontró que en el cuarto estaba con visitas.
-¿Qué hacen ustedes aquí? –preguntó Sebastián con fastidio en la voz.
-Ni bien supe que tu mami estaba internada, quise venir a verla, y ponernos a tu disposición. –respondió Ramiro, quién decidió hacerse presente en compañía de su madre.
-No hacía falta que te molestases en venir. –respondió Sebastián, con la mirada llena de odio.
-Mirá quiénes han venido a vernos. –dijo Matilde, con la voz acabada, y como si recién hubiese recobrado conciencia de lo real. –tus amigos son muy buenos. –añadió, tomando la mano de Ramiro.
-Tranquila Matilde. Usted debe descansar ahora. –Ramiro correspondió con dulzura al toque de la mujer.
Sebastián, motivado por el temor de tener a su enemigo en aquel lugar, jugándolas de buenito, quiso reaccionar de mala manera, para sacarlos a empujones de ser necesario, no obstante, en el preciso instante que iniciaría el escándalo, entró el doctor. Este era un señor delgado, de piel pálida y olor a remedios. Con la cabeza calva, y unos lentes redondos, no superaría los cincuenta años.
-¡Hay demasiadas personas en este lugar! ¡No es un bar! ¡Y encima...! –pero el doctor se detuvo al ver a Marta. Y tras un carraspeo, cambió su actitud, poniéndose en modo amable y preguntó: -¿Es usted pariente de la señora?
-¡Si! –se apresuró a responder Sebastián. -¡Ella... es... mi... tía...!
-Soy prima de Matilde. –comentó Marta, comprendiendo que tal vez, por alguna razón, era necesario hacer aquella mentira.
Entonces, el doctor sacó a Marta de la sala, dejando solos a los chicos con la enferma.
-¿Por qué dijiste que mi mamá era tu tía? –preguntó Ramiro.
-Porque a mi no me quiere dar información. Dice que no tengo la mayoría de edad. Y mi papá no está aquí porque el hijo de puta del patrón... -pero Sebastián no pudo seguir despotricando. Simplemente contempló a su madre que volvía a quedar dormida. –Mirala. Se volvió a dormir. Parece tan bonita dormida. O al menos está en paz.
Ramiro no podía ver aquella imagen indicada por su compañero, sin embargo no era momento de la reivindicación de la ceguera. Todo lo contrario. Era el momento de Matilde y su lucha por vivir.
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En las llamas del deseo
Teen FictionEsta es la historia de Ramiro Vega: un joven veinteañero, que tras vivir una experiencia traumática y misteriosa, regresa a la vida, luego de casi morir asesinado en una hoguera. Junto a Marta, su madre adoptiva, Ramiro decide iniciar una nueva vid...