Capítulo XXIII: El destino de Marta

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Margarita Vega llevaba su mirada puesta en el horizonte. A través de la ventanilla del viejo auto familiar, se sucedían rápidamente una serie de imágenes que no captaban su atención. Eran las casas, los árboles, los corrales de ganado, y uno que otro tramo de cañaveral, los que adornaban el costado del camino a medida que se acercaban al pueblo de la Cruz.

¿Pero qué veía la mujer? En realidad, frente a sus ojos, tenía la propia película de su trágica existencia: primero una Margarita que intentó por todos los medios ocultar la depravación existente en su propia historia familiar, encarnada en la figura de su cruel hermano Gabriel. Luego aparecía una Margarita con el mismo afán de ocultar lo terrible, al punto que terminó por censurar y cercenar la existencia de su hijo Ramiro. Una tercera versión de sí misma, era la de una madre avergonzada de la homosexualidad de aquel hijo réprobo, al cual terminó por entregar en manos de un malvado sacerdote que le había prometido honra para su familia. Luego llegó la Margarita que en un pueblo lejano, logró encontrar un poco de paz tras haber perdido a dos de sus tres hijos.

No obstante, ahora la mujer, estaba en aquel auto, rumbo al encuentro con aquel hijo que antes había rechazado, pero que ahora se moría por encontrar.

Junto a Margarita, en el puesto de conductor, iba el marido: Claudio Vega había sido su nombre antes de marcharse. Él iba simplemente con la mirada puesta en el camino, sabiendo que tal vez, Ramiro los rechazaría al mismo momento de encontrarlos y que aquel viaje de tantas horas finalmente habría carecido de todo sentido.

Y en el asiento trasero del vehículo, estaba la adolescente de la casa, Micaela Vega. Ella iba tirada con total desparpajo a lo ancho del auto, con sus auriculares y leyendo un pequeño libro de cocina.

La joven no pensaba en nada en particular. Ella simplemente escuchaba música y leía. Casi como si pudiera avizorar, aunque a lo lejos, el final de aquel viaje. Por eso no le preocupaba demasiado el reencuentro entre sus padres y su hermano ciego.

-¿Dónde se supone que está Ramiro? –Preguntó Claudio.

-El mensaje decía que en la casa Veliz. Los Cuellar nos dijeron que cualquiera aquí sabe quiénes son los Veliz. –respondió Margarita, saliendo de su ensimismamiento.

-¿Cómo estás? –preguntó Claudio, habiendo captado la atención de su esposa.

-No es fácil. –reconoció ella con humildad. –pero es lo que necesito. –añadió poniendo sus manos en súplica.

-Tranquila mami. Sabes que pase lo que pase, nosotros te vamos a acompañar. Entendemos que el riesgo de que Ramiro te rechace es muy alto. Pero no estás sola. Nosotros estamos con vos. –alentó la hija, desde la parte trasera, quitándose por un instante los auriculares, antes de proseguir con su relax.

Los Vega, atravesados por la tragedia. Cualquiera que conozca su historia diría que luego de revelarse sus oscuros secretos deberían haberse desgranado como familia. Sin embargo decidieron continuar juntos y lograron reinventarse en otro lugar. Y aunque ahora debían hacerle frente al pasado una vez más, habían trazado las estrategias necesarias que les permitirían estar juntos sin desmoronarse.

Mientras tanto en la casa Veliz, Marta no era capaz de probar bocado, sabiendo que su hijo había decidido marcharse a pasar el día, en compañía de Raúl.

-¿No pensás comer nada? –preguntó Joaquín preocupado, mientras comía con gusto el locro de trigo que había preparado la cocinera.

-Hasta que no vuelva Ramiro no voy a estar tranquila.

-Marta. Mi vida. Por favor. Ramiro está con Raúl y te aseguro que en mejores manos no puede estar.

Entonces, la mujer hizo el intento de comer un poco más, en lo que se sentía que un vehículo aparcaba en el gran patio.

En las llamas del deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora