Capítulo XXVII: Luz y oscuridad

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Dicen por ahí que no hay inicios sin finales. Y se podría decir también, que no hay regresos sin partidas. Tal vez en eso pueda resumirse la existencia: en un continuo de amaneceres y ocasos, despedidas y encuentros, muertes y nacimientos, caos y armonía. Siempre marcando un espacio en el medio. Esa zona en la que se desarrollan las historias. Ese ínterin en un tiempo y un lugar, en el que pasa todo o no pasa nada. Pero que inevitablemente comenzó, e inevitablemente finalizará.

En las idas y vueltas de la vida pensaba don Adalberto Veliz, observando desde un rincón de su patio, atravesado por una cinta, cómo una de las cabañas de su propiedad se había transformado en una escena de crimen.

-Vine ni bien me enteré. –dijo Joaquín, poniéndose de pie junto a su hermano menor. -¿Me podés explicar qué fue lo que pasó?

-Yo tampoco entiendo bien. Pero parece que encontraron a Filomena ahorcada y desnuda. Eso fue lo que me dijo Martín, que llegó esta mañana y encontró todo el desastre.

-¿Y dónde está Raúl?

Ante esa pregunta Adalberto no hizo otra cosa sino bajar la cabeza.

-¡Por favor hermano no me asustes! ¿Qué pasó con mi sobrino?

-Tampoco entiendo bien el motivo pero lo demoraron. Está en la comisaría declarando. Martín y Antonio están con él.

-¡Martín con Raúl! –Joaquín se alarmó aun más. –Mejor me voy a la comisaría.

Pero para cuando Joaquín pudo llegar al edificio policial, Raúl había firmado toda una declaración en la cual daba detalles de cómo en estado de inconsciencia había abusado de la occisa Filomena. Declaración que se complementaba con los resultados de ADN, que en días posteriores revelarían que efectivamente los restos de semen encontrado en el canal vaginal de la víctima se correspondían con la información genética del acusado.

También Martín había declarado:

-Me pesa mucho esta situación y es que Raúl es mi hermano. Pero alguna vez abusó de mi ex esposa Nadia. Ella lo delató conmigo. Pero por respeto a la honra familiar yo jamás quise denunciar esto. Ahora me arrepiento. Si hubiera sabido que Raúl era tan peligroso... ahora Filomena está muerta. –terminó de declarar Martín Veliz soltando un par de lágrimas incluso.

Joaquín odió mucho a su sobrino no bastardo porque con su declaración, terminó por complicar la situación de Raúl. Pero lo que el hombre jamás sabría era que la complicidad de Antonio y los policías que interrogaron a Raúl con preguntas tendenciosas, ayudaron mucho más para hundirlo.

-¿Por qué declaraste lo del abuso a Nadia si sabes que es mentira? –preguntó Antonio una vez que estuvo a solas con su amigo.

-Porque de alguna manera ese bastardo me las tenía que pagar. –respondió Martín mientras hacía globito con un chicle. -¿Y vos por qué me ayudaste a hundirlo?

-Motivos personales. –respondió Antonio sin querer dar tantos detalles.

-Ya sé... es por el invertido ciego. ¿Todavía sigue en pie lo de la...?

-¡Callate Martín! No seas imbécil. Al final nunca tendría que haberte invitado a formar parte.

Raúl estaba en una celda con apenas una maya y un bóxer, cuando Joaquín pudo pasar a verlo.

-¡Es invierno carajo! –despotricó el señor Veliz. -¡Consíganle ropa!

-No tenemos órdenes. -dijo el guardia con temor.

-La orden te la estoy dando yo pendejo boludo. O querés que comience con vos a demostrar el poder de un Veliz.

Así fue que tras la exigencia de Joaquín, Raúl recibió abrigo.

En las llamas del deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora