Capítulo 3

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Steve sentía como los labios de Tony recorrían su cuello, de manera lenta, perezosa, con deseo. Por instinto, sus manos se aferraron a las nalgas bien proporcionadas del Alfa.

Lo escuchó jadear.

—Steve... —Sus labios mantenían un color rojo gracias a la intensidad de los besos—, Steve... —Tony ronroneaba su nombre, al mismo tiempo que recorrí su pecho con la punta de los dedos.

Rogers estaba en el cielo.

—¡Steve!

O sólo estaba en un sueño.

Con los cabellos revueltos y el ceño fruncido, levantó levemente la cabeza, escuchando los insistentes golpes en su puerta. Natasha lo había despertado.

—¿Nat? —Su mente aún estaba nublada.

—Bruce, Clint y yo saldremos al cine, ¿Quieres ir? —Preguntó la espía esperando la respuesta de Steve.

Éste miró la hora; 9 de la mañana. Había dormido de más.

—No, gracias. —Los pasos de la pelirroja se escucharon cada vez más lejos. Señal para levantarse y gruñir ante la incomodidad entre sus piernas.

Suspiró mientras se metía a la ducha.

Necesitaba sacarse al genio de la cabeza; tal vez debería perderse en las calles y... Negó. No quería estar con cualquier desconocido.

Fuera de la regadera, desnudo, buscó su ropa y a los minutos, tenía una camisa negra de manga larga y unos simples pantalones de pijama. Ese día se daría el lujo de no salir, de quedarse en la torre y flojear en alguno de los sillones.

Grandioso y estupendo plan.

Paso por los pasillos, hasta llegar a la habitación de su tormento.

Tony no estaba; habían surgido problemas en la Industria, según sabía.

Desvío la mirada. No tenía por qué estar ahí. Cuando estaba dispuesto a dar media vuelta y seguir, la puerta se abrió ante su movimiento, dejando a la vista la gran habitación. Los sensores se habían atrofiado o Tony había olvidado configurar la contraseña. Seguramente era lo segundo.

La tentación recorrió su cuerpo. Sus pies avanzaron sin poderlo impedir. Era algo más fuerte que él.

Sus ojos recorrieron el lugar. Todo olía a él, a Tony Stark.

Aspiro como un adicto la fragancia. Había algo que le gritaba, que lo llamaba, que lo empujaba a perderse. Camino hasta la gran cama y tomó las sábanas entre sus manos; respiró la esencia en ellas.

Todo en ese lugar era seductor.

Dándose cuenta de su error, acomodo las sábanas y corrió hacía la salida.

Un pequeño ruido lo detuvo.

Su cabeza miró por su hombro; había algo tirado del lado derecho de la cama.

Curioso, camino hacia el objeto. Era un vibrador; un pene de plástico.

Steve tragó con dificultad. Sus manos temblaban ansiosas y su garganta se seco. Su mente se imaginaba un y mil situaciones en las que Tony podía utilizar ese vibrador.

Sin embargo, así como la excitación vino, así se fue. Las imágenes cambiaron a unas menos agradables, unas que lo hacían arder en celos.

Tony con Omegas. Omegas dispuestas a pasar un buen rato con el Alfa.

Gruñó disgustado. Stark no sería capaz...

—¿Rogers? —La voz del genio lo alertó. Olvidando sus pensamientos y tomando en cuenta su intromisión, escondió el juguete y lo miro, tratando de fingir desinterés.

—Buenos días, Stark.

Los ojos del castaño estaban dilatados, su frente brillaba por el sudor y sus manos se metían entre la corbata de su cuello.

Tony estaba entrando en celo.

—Cap... —Anthony ni siquiera le reclamo el hecho de que estuviera en su habitación, sólo lo miraba incómodo—, quiero tomar un baño, así que...

—Estaré en la sala. —El rubio entendió. Así que discretamente, espero a que el castaño se distrajera con cualquier tontería, para dejar el juguete en algún lugar, cualquiera en realidad.

Stark se metió al baño y Rogers escapó.

Tony entraría en celo, a tan sólo metros de él.

Dios, no quería seguir pensando. Se dio una cachetada mental, se acostó en el sofá y dejó que el sonido de la tele inundará el lugar.

Tal vez podría distraer se mente.

Tómame, AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora