Capítulo 4

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Jadeo con un deje de dolor. Su mano se movía frenética en su erección, pero ni aún así lograba terminar.

Suspiró, gimió y después tomó aire desesperado, sintiendo como éste quemaba su garganta y pulmones. Había algo en él que lo estimulaba de más, que hacía que todo ese calor fuera una tortura, que su pene se hinchara.

El aroma de Steve.

Sentía como su garganta soltaba pequeños gruñidos en protesta... O tal vez no.

Le excitaba el olor a tierra mojada; suave, embriagador, exquisito.

Gritó cuando se vino sin darse cuenta. Su cuerpo tembló, su espalda se arqueo, su entrada pálpito.

Lo necesitaba dentro, profundo, jodiendolo; en la neblina de su confundido cerebro, se dijo que no estaba bien desearlo.

Caminó fuera de la bañera. No importaba que tan mojado estuviera ahora, no tenía tiempo de secarse, no cuando sentía como su pene palpitaba entre sus manos.

Torpe, se dejó caer en la cama. Las sábanas, ahora húmedas, acariciaron su piel sedienta de caricias. Jadeo ante los ligeros roces. Se restregó como si fuera un felino.

—Steve... —Dijo sin pensar realmente si estaba bien o mal. Su mente ahora no le respondía, no pensaba.

Palpó con sus manos la gran cama. Tenía que encontrar el vibrador, necesitaba tener algo dentro.

Al no encontrarlo, con los ojos vidriosos analizó la habitación. Lo encontró en su pequeña mesita, al lado de la cama.

Agotado, ansioso y algo irritado por tener que moverse, se arrastró hasta llegar a él. Lo tomó con fuerza; el aroma a Alfa lo aturdió. Olía a Steve... Desprendía el aroma del rubio.

Gimió ante su descubrimiento.

Lejos de preocuparse del porque el vibrador mantenía la esencia del Capitán, dejó que su mano lo llevará a su entrada.

Lo enterró sin misericordia, lastimandose un poco en el proceso. No tenía tiempo de prepararse.

Apretó las sábanas con su mano libre... Comenzó auto penetrarse.

•••

Steve soltó una gran cantidad de aire.

Su pecho subía y bajaba frenéticamente, mientras sus pantalones apretaban su erecto pene.

Su garganta se sentía seca, muy seca.

—Ignoralo. —Se dijo al mismo tiempo que trataba de entender el programa en la tele.

Pero fracaso vil mente cuando el aroma de Tony llegó a sus fosas nasales.

Maravilloso.

Sus manos tomaron vida propia, bajo el pantalón junto con el boxer y tomó su falo necesitado. Se masturbó con rudeza, callando sus gemidos.

No tenía que excitarse.

Dejó caer su cabeza en el respaldo del sofá cuando su vientre se contrajo. Delicioso.

Su mano se movió con mayor velocidad. Estaba por terminar.

—Tony... —Sus rubios cabellos se pegaron a su frente, mientras su pecho bajaba y subía rítmicamente.

Apretó los dientes cuando acabo.

Había sido fenomenal.

"Imagina como se sentirá terminar dentro de él". Le susurró una voz en su interior, maliciosa.

Negó.

Recuperando el aire, busco algo con que limpiarse.

Después de encontrar un pedazo de tela (dudaba de quién era, pero lo tiraría a la basura), se subió los pantalones y se dijo que no continuaría así.

Subiría y se encerraría en su habitación. No podía correr el riesgo de que alguien lo viera haciendo... Eso.

Con paso apresurado, subió las escaleras, ignorando el seductor aroma en el aire.

"Corre, corre, corre, corre..." Se dijo antes de llegar a la puerta de la habitación de Tony.

Pero... ¡Oh, sorpresa!

La puerta no estaba cerrada, el aroma lo golpeó de llenó y quedó paralizado cuando lo escuchó.

—Steve... Steve... —Anthony decía su nombre perdido en el deseo.

Desvío su mirada del pasillo para poner atención en el genio.

Tony lo miraba con ojos vidrioso, las mejillas sonrojadas y brilloso del sudor. El panorama se amplio cuando lo recorrió.

Desnudo, con la piel perlada y lo mejor: con el vibrador en el trasero.

Santo Cristo.

Tómame, AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora