Tómame, Alfa

Capítulo 31

—¡Brindo por está gran azaña! —Thor alzo un pequeño tarro lleno de licor asgardiano que había traído especialmente para esa ocasión— ¡Jamás había presenciado algo igual! ¡Felicidades amigo Rogers!

El Dios parecía un padre orgullo, festejando los logros de su hijo consentido.

Los demás vengadores brindaban con cerveza, mientras que Steve tomaba ligeramente del licor que había traído el rubio.

Estaba ansioso, su pareja estaba arriba, lejos de él. Sentía que su Alfa se estaba volviendo loco; sólo quería estar con su pareja, acariciando su vientre y dándole las gracias por ser tan perfecto.

—¡Toma, amigo Rogers! —Thor lo golpeó con fuerza en las espalda— ¡Esto lo sabrá todo Asgard! ¡Serás una leyenda en mis tierras!

La risa bonachona del más tosco de todos se escuchó en la torre. Nat le sonreía mientras alzaba su copa hacía él, Clint no dejaba de preguntarse que demonios tenía ese suero y Bruce se mantenía sonriendo, con las mejillas sonrojadas y los ojos vidriosos.

Después de unos minutos, Steve se excuso, alegando que tenía que ver a Tony. Todos mandaron a felicitar al genio.

Estando en el piso de arriba, Rogers suspiró.

Siguió el camino que conocía a la perfección, y cuando entró al cuarto, encontró a su pareja trabajando en la cama, analizando las pantallas enfrente de él y seguramente haciendo cálculos.

Suspiró enamorado.

—Mira quién apareció. —Tony apagó la tablet y con ellos desapareciendo las pantallas—. El desgraciado que me preñó.

—¡Tony!

El castaño se cruzó de brazos dejando que su vientre de 7 meses fuera su soporte.

—Dos, Rogers, son dos bebés. —El millonario respiró tratando de calmar su creciente ansiedad—. Dios, moriré antes de poder conocerlos.

—Tony, no lo digas ni en broma. —El soldado se acercó a su pareja— ¿No estás feliz?

—¡Lo estoy! ¡por Dios, Rogers! ¡claro que soy muy feliz! —El castaño sonrió histérico— Pero tengo tanto miedo...

El rubio sonrió entendiendo lo que él genio sentía.

Esto era algo nuevo, maravilloso pero no por eso menos aterrador.

—Amor. —Steve fue hasta el castaño, se acostó a un lado suyo y desplegó sus feromonas Alfas—. Todo saldrá bien, Bruce siempre dice que tu cuerpo está manteniendo bien a nuestros cachorros, además, jamás había visto tanto empeñado en cuidarte.

Tony hizo un puchero.

—Claro que me voy a cuidar, ahora ya no es sólo mi cuerpo, también es el de ellos por el momento. —Anthony señaló su vientre—. Voy a hacer todo lo posible porque siempre estén saludables, para que su crecimiento sea el adecuado, escucharé las indicaciones y haré todo lo necesario para que nazcan fuertes y saludables, ellos...

Stark paró ante la mirada llena de amor que le dio Rogers.

—¿Ahora lo entiendes? —El Alfa de cabellos rubios se abrazó a él—. Con esas simples palabras me das toda la seguridad que necesito. Sé que eres capaz de cuidar de nuestros cachorros, que no tienes ninguna duda de quererlos, que harás todo lo que está en tus manos para que ellos sean felices. —Rogers le sonrió— ¿Cómo voy a tener miedo sí te tengo a ti como compañero?

Stark abrió grande los ojos.

—Agh, te odio. —Tony sintió sus ojos arder.

Steve jamás dudaba de él, siempre le daba la confianza y la fortaleza para poder afrontar cualquier cosa, y ahora, se sentía tan capaz de llevar este embarazo sin problemas.

Rogers sabía que decir y cómo decirlo.

—Yo te amo, Tony. —El soldado beso su frente.

Anthony se sentía ridículo llorando por unas simples palabras.

—Aun así, no te alejes de mí, idiota. —El Alfa embarazado se abrazó a su pareja—. Te necesitamos.

Steve suspiró aliviado. A veces creía que Tony era tan perfecto, que podría no necesitar de él.

—Gracias, Anthony.

Tony comenzó a reír de la nada, causando curiosidad en el Capitán.

—¿Tony?

—Lo siento, lo siento, es que... —Stark lo miro, y cuando tuvo los ojos del Alfa encima, se mordió el labio—, sí me llamas "Anthony" me dan unas terribles ganas de montarte.

—¡Tony!

•••

Abajo, con un Thor noqueado de tanto licor y un arquero tratando de subir las escaleras, Natasha miraba a su pareja dormido en el sofá.

Rodó los ojos cuando Clint decidió quedarse en el suelo, dándose por vencido en su muy aguerrida misión de subir el primer peldaño.

—Bruce... —La mujer se acercó al rostro del científico—, Bruce, despierta.

Banner abrió los ojos con dificultad. Se levantó del sofá y miro a su alrededor tratando de recordar dónde estaba.

—¿Nat? —El hombre se enfoco en la hermosa pelirroja— ¿Qué pasó?

La espía sonrió con picardía.

—Nada importante. —Ayudando al castaño, se levantó con él y se dirigió a las escaleras. Ignoraron a Barton en el suelo y subieron con cuidado.

Bruce seguía perdido.

—Bruce. —Romanoff se dirigió a su habitación— ¿Por qué la señorita Ross estaba aquí?

El doctor sentía su boca floja.

—¿Eh? —Algo suave y tibio tocó su espalda. Se sentía tan bien.

—Elizabeth Ross. —La mujer se sentó en las caderas de un borracho Banner—. Tu ex.

Bruce jadeo en protesta. No quería pensar.

—¿Tengo un ex? —Preguntó aturdido.

Nat beso la mandíbula de su novio, mientras desabrochaba su camisa.

—Bruce, estoy molesta. —La pelirroja mordió su cuello—. No me gusta que se acerquen a lo que es mío.

—¿Soy tuyo? —Banner sentía su piel arder, despejando momentánneamente su cabeza.

—Todo mío.

La espía se enderezó y procedió a quitarse el vestido que tenía quedando en ropa interior.

—¿Nat?

—Experimentemos Bruce. —Romanoff encajo sus colmillos en el cuello del hombre—. Observemos en cuanto tiempo se borra la marca.