Capitulo 8

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Despierta, es de día -dijo a su oído una voz enfadada.

Como no tenía deseo alguno de despertar, se limitó a acurrucarse contra la mujer. Ella la tomó por los hombros y la apartó hasta poder mirarla con fijeza.

Te he dicho que te levantes. ¡Y arréglate ese pelo! Se te ha soltado.

Camila todavía no estaba despierta del todo. Tenía los ojos entrecerrados y el pelo caído sobre los hombros. Le dedicó una sonrisa suave.

Buenos días.

Un momento después ella la empujaba de la hamaca, arrojándola al suelo. Ya completamente despierta, Camila se frotó el magullado trasero.

No conozco mujer más estúpida que tú -murmuró Lauren, furiosa. - ¿En la escuela no te enseñaron las cosas de la vida?

Si te refieres a la escuela pública, nunca he asistido a ninguna. Tuve profesores e institutrices. -Ella se estiró. -He dormido muy bien. ¿Y tú?

¡No! -le espetó ella. -Dormí pésimamente. Mejor dicho, ni siquiera he dormido. Gracias a Dios, éste es nuestro último

día juntos. Después de estas "vacaciones", volver a la guerra será un descanso. Te he dicho que te peines ese pelo. Recógelo hacia atrás, como antes, lo más tirante que puedas. Y vuelve a ponerte la ropa interior.

Diciendo esto, se marchó a grandes pasos por el sendero.

Camila la siguió con la vista por un momento. Luego comenzó a sonreír. No sabía con certeza qué pasaba con esa mujer, pero la hacía sentir estupendamente bien. Caminó hasta el agua y fue a mirar su imagen en un charco límpido.

Muchos hombres habían pedido su mano, pero con mucha frecuencia lo hacían sin siquiera conocerla. Querían casarse con una reina, sin que les importara su aspecto. El conde Shawn, que le llevaba dieciséis años(Yo calculando cuantos años tenía y tiene Shawn, está bien ruquito), había pedido a su abuelo permiso para desposarla cuando Camila tenía sólo ocho años.

Se palpó la cabellera. La tenía sucia, pero cuando estaba limpia... Como la teniente no estaba a la vista, buscó entre sus provisiones. No había champú, pero sí una gruesa barra de jabón y una toalla ligera.

Se desvistió apresuradamente para sumergirse en el arroyo. Cuando la mujer volvió, ella estaba enjabonándose la cabellera. Quedó boquiabierta.

Camila tomó la diminuta toalla y trató de ocultar su desnudez tras una rama de árbol.

Vete. Sal de aquí.

Con cara de tonta obediencia, la mujer giró en redondo y abandonó el campamento.

La sonrisa de Camila se hizo muy ancha. Comenzó a tararear por lo bajo. Esa odiosa persona, que le había dicho cosas detestables, sugiriendo que podía caminar desnuda ante ella sin despertar su interés... ¡Qué bien la hacían sentir su mirada! Claro que ella era una don Nadie, pero a veces ese tipo de hombre... Aunque se suponía que ella no estaba enterada, una prima suya había dado a luz un hijo sin estar casada; se decía que el padre era el lacayo encargado de dar cuerda al reloj de su dormitorio todas las noches. Había oído decir a su madre

que, naturalmente, el lacayo había hipnotizado a la pobrecita. Camila, con una sonrisa aún más ancha, lo puso en duda.

No se dio prisa en vestirse... y no se puso la ropa interior. Aún estaba peinándose cuando ella regresó.

Hay langostas para el desayuno. En ese cajón tengo galletitas.

LA PRINCESA(ADAPTACIÒN CAMREN-G!p)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora