Capítulo 19

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-¡Trece, protege a los estudiantes!- Mientras Aizawa se lanzaba con valentía a enfrentar a la horda de villanos, la otra docente los llevó a todos hacia la salida. Eijiro tomó tu mano con una rara mezcla de desespero y delicadeza, y te obligó a correr junto a él y a todos los demás (pero más importante, junto a él, de modo que sería capaz de protegerte) hacia donde Trece intentaba guiarlos.
Allí, justo frente a la puerta, otro portal, o mejor dicho, el hombre-portal se hizo presente.

Él, de brillantes ojos amarillos y cuerpo oscuro y disuelto, cordialmente les dirigió la palabra a todos los allí presentes:

-Es un placer. Nosotros somos la Liga de Villanos. Nos hemos invitado nosotros mismos a este lugar con la misión de arrebatarle su último aliento al Símbolo de la Paz. Sin embargo, no se encuentra aquí. ¿Ha habido algún cambio? Esté o no, este es el rol que tomaré...- antes de que pudieras darte cuenta, el pelirrojo y Bakugou ya se habían lanzado contra el villano.

-¿¡No pensaste que debes derrotarnos primero!?- expreso la conocida voz del pelirrojo entre todo el humo provocado por la explosión del rubio cenizo.

-Eso fue peligroso... pero mi trabajo... es separarlos y torturarlos hasta que mueran...

Acto seguido, esa especie de niebla negra que conformaba su cuerpo comenzó a expandirse y abrirse paso entre ustedes, llegándole primero a los intrépidos muchachos que se lanzaron a atacar.
Tú, de forma muy repentina e inconsciente, corriste hacia ellos dos, más específicamente a tu vecino. Querías protegerlo, a él y a su radiante sonrisa. Era un deseo que se escondía en lo más profundo de tu amurallado corazón, y ahora, ese deseo tomaba control sobre tu cuerpo contra la voluntad que tu creías inquebrantable. Extendiste tu mano hacia él, queriendo alcanzarlo, y corriste lo más rápido que tus piernas te lo permitieron.

-¡Ei...- cortaste tus palabras al darte cuenta del nombre que estabas a punto de gritar. No querías. Aún no querías romper la figura fuerte a la que te habías moldeado, no te atrevías. Pero sabías bien que, algún día, se rompería igualmente.

De pronto sentiste un abrupto cambio de entorno, sumado al hecho de que no sentías el suelo bajo tus pies. Entonces caíste al piso desbaratado de un edificio, lo supiste por la ventana a tu lado que te permitía ver el resto de zonas de la U.S.J. Te levantaste y te quitaste las cadenas de la cintura, sosteniéndolas firmemente con las manos a los lados de tu cuerpo.
Oíste los indicios de una batalla librándose varios pisos mas abajo de donde estabas, así que corriste escaleras abajo esperando encontrarte con tus compañeros combatiendo.
Divisaste a tus dos compañeros luchando contra un grupo enemigo, del cual varios integrantes yacían derrotados en el suelo, así que lanzaste las dos cadenas en tus manos hacia dos atacantes cercanos y contragiste las cadenas para que éstas los dejaran inmóviles e incapaces de librarse.

-¡Oe, no necesito tu ayuda, bastarda!

-¡_____-chan!- la sonrisa del pelirrojo iluminó todo el cuarto mientras los tres seguían peleando.

-¡Salten por la ventana!- gritaste.

-¿¡Qué!?

-¡Háganlo, voy a aplastar el edificio entero!

-¡A mi no me das órdenes, saltaré porque quiero!- el explosivo rubio se expulsó fuera del edificio con una sonora explosión. Tras él saltó el de los dientes afilados, y al final saltaste tú.

Mientras caías, raspabas la palma de tu mano contra el exterior del edificio. Estabas cayendo a 12 pisos de altura, y en su momento no lo pensaste pero ¿cómo coño ibas a salir ilesa? En medio de tu caos mental, chocaste en el aire contra el pecho de Kirishima, quien te rodeó con firmeza con un brazo mientras con el otro se sostenía de Katsuki.
Te aferraste al pelirrojo pasando tus brazos alrededor de su cuello y escondías tu rostro en su pecho al descubierto, notando como su cuerpo emanaba más calidez y las palpitaciones de su corazón se volvían más frecuentes e irregulares, que se escuchaban aún entre el ruido del edificio colapsando junto a ustedes.
Oíste la explosión de la mano libre del rubio muy claramente debido a la cercanía, a la vez que sentías como la caída se frenaba un poco y luego los tres volvían a descender para chocar no tan suavemente contra el suelo lleno de escombros.

-¡Vaya, nos salvaste, Bakugou! ¡Eso fue muy varonil!- Eijiro, que yacía en el piso contigo encima, soltó el brazo del contrario para posarlo en tu espalda, aún increíblemente sonrojado por sentir tu respiración, suave pero irregular, en su pecho, y contempló el derrumbe de la edificación que se estaba contrayendo sobre sí misma.

-Por supuesto que sí, idiota. Ustedes dos solos ya se habrían muerto.

-Tsk- chasqueaste la lengua, callando el dolor que empezabas a sentir en los músculos por ese uso tan extremo de tu particularidad. Al escuchar tu quejido, el muchacho abajo de ti te miró preocupado.

-¿Qué sucede?- cuestionó.

No podías mover tu cuerpo. Tus músculos se contraían y te temblaban las manos, ese era el precio a pagar por tu quirk.

-¡La debilucha ya no puede ni moverse! ¡Déjala aquí, ya la encontrarán los profesores! ¡O los villanos, lo que llegue primero!- escupió Bakugou, importándole una mierda lo que pasara contigo.

-No digas eso. Abandonar a una dama herida no es de hombres.

Eijiro se levantó despacio procurando no lastimarte y te ayudó a ponerte de pie. Te sentías patética, ni siquiera podías hablar. Un uso y ya habías colapsado. Tendrías que entrenar más. El pelirrojo te cargó en su espalda con cuidado mientras que el peliceniza se iba directo a otra batalla, dejándolos atrás.
Kirishima le dio una última mirada al edificio víctima de tu kosei, deseando que nadie haya muerto, sonrió en tu dirección y emprendió rumbo tras Katsuki.

[Se me están alargando los capítulos, juas juas]

Mi Vecino Pelirrojo [DISCONTINUADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora