Capítulo 3

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Día cualquiera
Trece años de edad
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2017

Tras una cena tranquila y silenciosa, bastante solitaria también, llevaste tu plato a la cocina y lo fregatse hasta que pudiste ver tu reflejo en el. Hiciste lo mismo con tus cubiertos y tu vaso, y lo dejaste todo apoyado prolijamente sobre la cocina para que se secara.
Te diste media vuelta, reposando tus manos sobre la encimera de la cocina y cargando la mayor parte de tus 50,3 kilogramos en esta.
Tus ojos se perdieron en la nada, pensando en cosas diversas mientras tu mano derecha se paseaba por tu matorral de pelo ****.
Luego, tu mirada paró en la cesta de basura, llena y casi desbordandose. Habría que sacarla, ¿no? Uf, que gran trabajito. Era un sacrificio enorme.
Te acercaste y retiraste la bolsa llena de la cesta, amarraste los extremos en un fuerte nudo y tomaste las llaves para salir. Descendiste por el elevador entre el silencio y la penumbra de la noche hasta la planta baja, donde el escritorio del portero yacía ya vacío.

Saliste del edificio, siendo golpeada inmediatamente por el viento helado de la noche. Porque, claro, no había una noche, UNA PUTA NOCHE, en la que no hiciera frío.
Entonces y solo entonces, al fijar bien tu mirada en el contenedor de basura, notaste esa familiar cabellera negra, perteneciente a nadie más y nadie menos que la señora Kirishima, la madre del chico que te volvía loca (en el mal sentido).

Te acercaste muy lentamente, deseando que ella al terminar de tirar la basura, volteara hacia la izquierda y tu pudieras escabullirte por el lado contrario para no tener que saludarla. Pero, de nuevo, no fuiste lo suficientemente rápida.

-_____, querida, ¿qué haces aquí tan tarde?- te interrogó con su melodiosa voz aguda, irritantemente feliz según tu parecer.

Alzaste la cabeza un poco y corriste la mirada a un lado a la vez que levantabas la bolsa en tu mano como respuesta.

-Oh, claro- pasaste a su lado y te deshiciste de la porquería, dando media vuelta y caminando en seguida de regreso al edificio. La señora Kirishima te alcanzó ágilmente- ¿Sabes? tienes a mi hijo algo preocupado...- se te salió una mueca involuntaria por la mención del muchacho- El dice que pareces odiarlo y que no entiende por qué. ¿Es eso cierto?

"No lo odio, solo lo detesto... mucho", pensaste.

Nunca respondiste a la pregunta de la mujer, al menos no en voz alta, solo te apresuraste a llegar a las escaleras y correr lo más rapido que tus piernas te lo permitieron hasta encerrarte en tu apartamento con un azote de puerta, pegando tu espalda en la superficie de esta.

"No solo lo detesto, lo aborrezco, en serio" .

Te deslizaste hasta que tu trasero chocó contra el suelo. Llevaste tus dos manos detrás de tu cabeza, ocultando tu rostro entre ambos codos.
Apretaste con ira los dientes, tu seño se frunció con enojo y los dedos tanto de tus manos como los de tus pies se contrajeron con fuerza. Un repugnante recuerdo irrumpió en tu mente durante unos instantes.

"¿Por qué todo el mundo tiene que ser tan desagradable?"

Mi Vecino Pelirrojo [DISCONTINUADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora