31. Bajo Juramento

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"Cerrar los ojos y respirar; ese pequeño refugió para los que ya no somos de ningún sitio"


El tiempo pasa de una manera tan caprichosa que duele... los momentos eternos no existen, pero lo que sí es eterno son los recuerdos y con ellos viene el monstruo más duro y cruel de todos; el hubiera.

A veces me pregunto ¿que tantos hubiera habría que añadirle o quitarle a nuestra historia para que hubiésemos podido darle un sentido? ¿Una dirección?

Pero me queda un consuelo... tal vez nunca tuvimos dirección, ni sentido, ni el consentimiento del destino pero
vaya que supimos darle un final digno de aplaudirle de pie hasta que nos dolieran las manos. Y nadie nos va a poder quitar eso jamás. Porque si cierro los ojos lo bastante fuerte todavía puedo escuchar los aplausos... los escucho por los dos, porque tú ya no puedes hacerlo.

Escribir desde la grieta es duro... pero es la única forma que tengo de contar nuestra historia, así que levantemos el telón una vez más y volvamos en el tiempo...

Aquella noche me recuerdo suspirando con pesadez mientras observaba por la ventana de mi habitación. Faltaban tan solo unos días para regresar a Las Hermanas de la Merced y yo como de costumbre, no podía dormir.

Esta vez no habían sido las pesadillas, o más bien, no del todo. Las monstruos en mi cabeza disfrazados de premoniciones seguían ahí, al acecho, pero había algo más... algo inquietante, oscuro, perturbador.

Al principio no lo había notado... ¿Y cómo hacerlo? El mundo de mis sueños era ya de por sí demasiado confuso como para detenerse a observar ese tipo de cosas.

Tuvo que pasar un tiempo para que me diera cuenta de que estaba ahí, siempre, cada maldita vez que cerraba los ojos.

Porque si el escenario de mi sueño era una casa, una ciudad o cualquier sitio que tuviera una estructura urbana eso podía pasar desapercibido... Pero ¿cómo ignorabas a una inmensa puerta de cristal qué aparecía en medio de un bosque? ¿O en medio del Mar? ¿O de una guerra? ¿O adentro de una madriguera oculta bajo tierra que estaba destinada a convertirse en el escenario de los actos más crueles, sangrientos e inhumanos, sólo para satisfacer uno de esos fetiches extraños que tienen el poder de transformar a un hombre cualquiera en una bestia hambrienta?

Atraje mis rodillas hasta mi pecho para recargar mi barbilla.

No tenía sentido.

Nada tenía sentido hacía mucho tiempo y lo peor era que mientras más escarbaba tratando de encontrar respuestas con desesperación, solo encontraba más preguntas, más dudas, más interrogantes capaces de taladrarte la cabeza en las horas más bajas.

Hace unos días, cansada de tantas idas y vueltas, se me había ocurrido tratar de abrir aquella puerta misteriosa, pero en cuanto las yemas de mis dedos apenas y rozaron su estructura helada, algo en mí cambiaba y mi cuerpo entero comenzaba a arder, a doler, a quemar, a hacer efervescencia de la peor de las formas, haciéndose insoportable al punto de hacerme caer con fuerza sobre mis rodillas.

Y de alguna forma entre mis palpitaciones aceleradas, el zumbido en mis oídos y el sabor amargo que se anidaba dentro de mi garganta, me daba cuenta de que la horrible sensación venía de mi espalda, de aquellas marcas extrañas que punzaban como si me estuvieran desgarrando la carne viva y luego se estuvieran uniendo a algo más, a algo ajeno que se colaba por mis heridas hasta latir con fuerza dentro de mis venas.

El día en que mi reloj retrocedió  [Completa✔️✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora