37. Una fachada perfecta

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"¿Qué haces cuando tus mejores perros te desobedecen Candiani? ¿Los matas a todos? Por supuesto que no. Agarras a un par y les sacas las viseras frente al resto. Así hasta se les olvida cómo ladrar"

Cuervo.


Nunca antes había observado a Alan Garcés con tanto detenimiento como lo hacía ahora, jamás me había interesado ver más allá de esa imagen perfecta y chocante qué siempre lo rodeaba. Y de no haberme dado cuenta de que en realidad estaba completamente involucrado en todo lo que me sucedía, seguramente jamás habría dedicado mi tiempo a hacerlo.

Muchas veces pensé que nuestros caminos estaban destinados a ser una de esas incidencias casuales, y que luego del choque no harían más que separarse cada vez más y más... hasta convertirnos de nuevo en extraños... ¿Y sabes? Muy probablemente eso hubiera sido lo mejor.

¿Y quien lo hubiera imaginado? El intachable niño dorado ocultando algo podrido y macabro detrás de esa fachada tan pulcra, brillante y cabal... Aunque tal vez... en realidad esa es justa la función de las mejores máscaras. Que mientras más perfectas son, más turbios son los secretos que arrastran quienes las portan.

Le gustaba la atención, sí... pero ahora que lo notaba era obvio que eso iba más allá de un gusto. Tal vez era una forma de probarle algo a alguien. A veces incluso se sentía desesperado.

Nadie ganaba más.

Nadie rezaba más.

Nadie estaba más involucrado en los mejores eventos y obras de caridad.

Nadie entrenaba más.

Nadie estudiaba más.

Nadie destacaba más.

Nadie sudaba más.

Nadie se rompía más...

Así que de alguna forma también me quedó claro por qué al Alan Garcés de 11 años que yo había conocido en cuanto llegué, le sentó como una patada en el culo, el hecho de que de repente hubiera llegado a la escuela una niña genio. Porque eso lo convertía en el segundo mejor en algo. Y aparentemente eso no bastaba.

Porque entonces ya no era perfecto a los ojos de ese alguien a quien desesperadamente deseaba complacer incluso cuando respiraba.

Otro gol.

Otros gritos de alabanza.

Otro: mírame, valgo la pena.

Otra ola de aplausos.

Otro diploma.

Otro concurso ganado.

Otra muestra desesperada de valía.

Otro trofeo.

Otro discurso de agradecimientos.

Otro encabezado.

Otro honoris causa.

Otro: por favor no me quites la mirada de encima.

El día en que mi reloj retrocedió  [Completa✔️✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora