"¿Sabes lo que sucede con la soberbia, Candiani? Qué si la mezclas con tu carta de gane, la victoria obtendrá un sabor que tu cabeza no será capaz de olvidar fácilmente, uno que necesitarás volver a probar a toda costa y las veces que sean necesarias. Ahhh... pero con la derrota... con la derrota sucede todo lo contrario, porque ese pequeño ingrediente es todo lo que se necesita para prenderle fuego a aquello que creías conocer, y volverlo una mezcla amarga, que te ves obligado a tragar. Ese es el sabor que por años ha anidado dentro de mi garganta y es el mismo que justo ahora, palpita dentro de la tuya... ¿Y te atreves a cuestionar qué nos une? ¿Qué no nos une, Candiani? ¿Qué no nos une?"—Cuervo.
Sus ojos amarillos me observaban con detenimiento e insistencia; estaban inquietos, nerviosos; a la espera de respuestas, de preguntas, de cualquier cosa que pudiera decir o hacer después de todo lo que me había dicho.
Tragué saliva.
En algún momento había dejado de sostener mi cara con sus manos para volverlas a entrelazar con las mías. Intenté apartarlas pero no me dejó, no fue de forma violenta o ruda, fue más como una necesidad, una pequeña petición que se escondía tras un gesto: Por favor, contéstame primero, porque no quiero soltarte hasta que lo hagas.
No pude evitar observarlas... alrededor de las palmas y sobre las mismas se le hundían varias cicatrices de diferentes tamaños, todas rectas, producto de cortes limpios. Sus dedos eran estéticos y alargados, como los que te imaginas que deben ser los de una persona que dedica su vida entera a hacer música; sus yemas y nudillos se veían ásperos. Y cuándo me atreví a acariciarlos con el pulgar lo confirmé. Probablemente había pasado tardes enteras practicando con la guitarra hasta que su piel se lastimó, sangró y y se le hicieron ampollas, y luego esas ampollas sangraron otra vez hasta convertirse en callos, y esos callos siguieron acariciando las cuerdas de metal por puro amor al arte, hasta que perdieron toda su sensibilidad... transformándose en la plumilla de carne más dolorosamente perfecta.
"Son un desastre ¿verdad?"—intentó romper el contacto, probablemente por pena o porque de pronto había tomado demasiada consciencia de ellas y de lo maltratadas que se veían y se sentían, al lado de las mías. Pero esta vez fui yo quién lo detuvo.
"Todo tú eres un desastre, no solo tus manos. Pero hay desastres buenos y desastres malos y este es uno de los mejores que he visto. Nunca me han parecido interesantes las manos que cuya mayor hazaña en la vida ha sido la de rascar un ombligo en busca de pelusas o hurgar dentro de una nariz para sacar un moco. Son aburridas. Las mías son muy aburridas al lado de las tuyas..."—volví a deslizar mi pulgar a lo largo de sus nudillos. Se me había hecho una costumbre extraña, eso de querer confirmar varias veces si lo que estaba viviendo era real o no, y a veces utilizaba mis sentidos para hacerlo: volteando a ver algo varías veces por temor a que desapareciera, cerrando los ojos para concentrarme en esa fragancia tranquilizadora que solo sabe emitir la tierra cuando la lluvia la empapa o sintiendo las cosas con mi propia piel, como en ese preciso instante—"Creo que tú y yo estamos listos para fundar un club. El de los fanáticos de las narices chuecas y la piel rugosa"—reí un poco para aminorar la tensión.
"Heh..."—resopló—"Sigues siendo igual de rara, eso no cambia"
"Y tú sigues caminando hacia el peligro en lugar de huir de él. Creo que naciste con un sentido de supervivencia un poquito averiado ¿No crees? No quiero ni imaginar lo que harías, si en algún momento de tu vida te cruzaras con un letrero que diga: 'Cuidado. Laguna con pirañas mutantes traídas directamente de Chernobyl' "
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El día en que mi reloj retrocedió [Completa✔️✔️]
Fantasy¿Qué harías si un día lograras regresar tu vida desde el principio? Helena Candiani pudo hacerlo. No sabe cómo lo hizo ni si es capaz de hacerlo de nuevo... tampoco si fue un evento fortuito o si fue provocado por algo o alguien. Pero hay algo de l...