51. La marca y la lechuza

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"Feliz cumpleaños al alma más bonita del universo.
A la despeinada eterna, amante de las películas viejas, las hojas secas, los paseos largos, y las piedras pequeñas.
A la que me enseñó que Dios va más allá de cuatro paredes y una cruz.
La que llegó a patear todo lo que yo creía que sabía y se puso a construir conmigo desde cero.
La que me dijo sí, todas las veces que yo había apostado por él no.
La que me dijo —Vámonos a NYC —un día, y al otro, ya había hecho nuestras maletas.
A la poetisa de closet, la crítica más dura de mis ensayos, mi antifan más fiel, la loca de los gatos. Récord mundial en comer hot-dogs.
Sin ti, Nueva York solo sería Nueva York, pero contigo Nueva York es un sueño"

—Alan Belmont Garcés Chevalier







Sentía el corazón golpeándome duro dentro de la garganta.

La boca seca.

Los labios tan acartonados que ardían

Y mi cabeza vuelta una montaña rusa que acaba de salirse de las vías del juego; el cielo despejado, el golpe cada vez más cerca, y el pasajero aferrando sus manos con fuerza a la estructura de metal. Porque ese es el momento en el que lo sabe: sabe que nada volverá a ser lo mismo, sabe que la próxima bocanada de aire tal vez sea la última. Y sabe que lo único que puede hacer en ese momento es cerrar los ojos y esperar.

Esperar a que no duela demasiado ese momento en el que se te destroza la vida.

Esperar a que sea rápido.

Esperar a que no te queden las fuerzas suficientes para poder abrir los ojos y ver lo poco que queda de ti.

¿Es esa la otra mitad de mi cuerpo?

¿Por qué no siento las piernas?

¿Dónde está la luz?

¿Por qué todo se siente caliente y espeso?

¿Por qué mi cabello huele a fierro?

¿Por qué no puedo entender nada?

¿Por qué no puedo distinguir dónde empieza tu mano y donde termina la mía?

¿Por qué te escucho gritando mi nombre, pero la voz no me sale para decir que estoy bien?

¿Por qué?

¿Y por qué intentar respirar duele tanto?

...

¿Alguna vez escuchaste la historia de la marioneta de madera que intentó vencer a su ventrílocuo?

... No lo logró.

Porque enredó tanto sus hilos alrededor de sus manos que consiguió que no fueran capaces de volverse a mover un solo centímetro... ni de moverla a ella.

El problema fue que sus brazos y sus piernas quedaron tan enredados los unos con los otros que dejaron de servir.

Así que perdieron los dos.

Pero las manos son fuertes y los hilos muy delgados.

Así que tarde o temprano va a llegar el momento de que uno salga caminando y el otro acabe como un trozo de chatarra, ruinas; un montón de astillas, un par de cuencas y un alma, que no tienen forma se volverse a unir.

Así fue como nació esta grieta.

Mi grieta.

La grieta de la bruja que se rebanó los brazos, las piernas y el corazón, en un intento por limpiar el desastre.

El día en que mi reloj retrocedió  [Completa✔️✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora