El patio del Colegio de las Hermanas de la Merced era bastante amplio, y a decir verdad... todo en el colegio lo era, los salones, las bancas, las capillas, las oficinas y sobretodo... los egos.
La escuela por otro lado, aún no estaba terminada del todo ... sin embargo sobre la mesa del recibidor de las oficinas principales de la institución se podía apreciar una imponente maqueta de lo que se esperaba, se convirtiera la escuela en unos años... pero, por el momento solo había un par de edificios terminados, el cascarón de algunos otros y el enorme terreno compuesto por muchas muchísimas hectáreas que después me enteraría, había sido donado por la familia Garcés, con el único propósito de que sus hijos tuvieran lo más cercano posible aquel colegio católico de élite, y por supuesto, que fuesen tratados como si fueran de la realeza estando en todo momento respaldados por tan generoso regalo.
Aspiré aquel aire que aún conservaba la pureza del campo, llevando a tope mis pulmones, como tratando de saborear algo de esa frescura que en unos años no sería más que historia...
Sin embargo, cada cosa que hacía parecía hacer explotar el disgusto y la curiosidad de los surrealistas minions con los que estaba obligada a pasar gran parte de mi día; mis pequeños compañeros de clase. Situación que no cambiaría mientras me estuviera preparando para los exámenes correspondientes que supuestamente me permitirían saltarme un par de años, para así recibir educación a la altura de mi "genialidad".
Por aquel entonces tristemente, la burocracia para poder realizar aquellos trámites estaba a todo lo que daba... sin embargo de alguna forma me había servido para reforzar todas esas materias escolares en las que había sido un reverendo asco en mi otra vida... como geografía. Una vieja, poderosa e insistente enemiga.
En fin...
La pequeña Xiomara Monroy me miró asqueada, torció sus ojos marrones y jaló la manga de su esclava ambulante escondida bajo el título de "mejor amiga", como para contarle el mayor de los secretos, con la menor discreción del mundo.
Su amiga, Verónica, se carcajeó como aquella chiquilla que acaba de escuchar la confesión de la mayor de las travesuras, y está más que dispuesta a prestarse para hacer complicidad.
"Shhhh jijiji... te puede oír" -le respondía en voz alta mientras tapaba su carita con una de sus regordetas manos.
"No me importa... es más, se lo voy a decir". -Contestó Xiomara resuelta mientras se aproximaba hasta situarse justo frente a las escaleras, por las que segundos antes, había tenido pensado bajar, para ir al edificio de preescolar a comer con mi hermana.
Arqué una ceja mientras me cruzaba de brazos.
Xiomara era una niña un poco más alta que yo, con piel blanca y cabello ondulado color caoba, tenía el cabello preciosamente peinado con un par de trenzas francesas y a decir por su lenguaje corporal, estaba acostumbrada a que todas las cosas se hicieran como ella decía o no se hicieran.
"¿Te gusta ese olor, verdad?" -me preguntó mientras se le dibujaba una sonrisita burlona.
"¿Cuál? ¿El olor a naturaleza? ¿Libre de humo y contaminantes? ¿El de aire puro?" -le pregunté notando que a cada comentario mío sus ganas por carcajearse en mi cara no hacían más que incrementarse, lo cual me incomodó un poco así que decidí contestarle para que dejara de estorbarme y me dejara bajar tranquilamente las escaleras, después de todo no tenía interés alguno en ponerme a discutir con un minion prepotente de 8 años "Pues obviamente me gusta." -le dije —"Estaría loca si no".
Me miró con una mezcla entre lástima y diversión pero no se movió de mi camino, al parecer su hazaña aún no había terminado, luego dibujando sobre su bonito rostro una mueca repleta de evidente desdén inapropiada del todo para una niña de su edad, se volteo hacia Verónica.
"¿Ves? Te dije que de seguro le gustaba el olor a caca de vaca" -Le dijo mientras acomodaba detrás de su oreja un mechón de cabello rebelde que le estorbaba.
"Ay Xio jijiji" -le contestó Verónica aproximándose también, como a quien le emociona la función que está a punto de comenzar.
"¿Te imaginas a lo que huele su casa? ¿O su ropa?" -Siguió indagando Xiomara.
"¿O su comida?"
"¡Que asco Verónica! ¡Jijiji!"
Torcí mis ojos.
He de decir que pude haberlas ignorado pero decidí no hacerlo... ¿por qué? No lo sé. Tal vez porque quería destruir aquella arraigada idea que tenían metida en la cabeza: "con el dinero suficiente puedes decirle lo que quieras a quien sea y no importa" o tal vez lo hice un poco por todos esos niños a los que seguramente ya habían hecho llorar con la única finalidad de divertirse un poco y que mientras para ellas no había sido más que algo "gracioso" para esos niños se había convertido en una sombra que les seguiría los pasos de por vida o tal vez simplemente ya estaba harta y tenía mucha hambre... tal vez era un poco de todo.
En cualquier caso, me acerque aún más a ellas, lo cual las saco completamente de balance a juzgar por la expresión inquisitiva que pusieron de inmediato.
"Tienen toda la razón ¡Oh por Dios! ¿Como puedo tener compañeras taaaan inteligentes?—Les dije sin darme cuenta de que no estaban en edad para entender el sarcasmo— "Hoy desayune malteada de caca de vaca... ¡mmmm! Mi favorita... luegooo cepille mi cabello no sin antes remojarlo en un traste lleno de caca de vaca" —sus ojos parecían platos—"Y finalmente, me puse perfume hecho con la más graaaande y apestosa caca de vaca, porque tiene la caca de toooodas mis vacas ¡Y tengo mil!" —su expresión se veía cada vez más y más perturbada, Xiomara se cubrió la boca como tratando de contener su asco, mientras Verónica daba un inconsciente pasito hacia atrás, y yo por supuesto, proseguí para colocarle la cereza roja al pastel de mi madurísimo monólogo sobre la caca de vaca—"Ese es mi perfume favorito... En la mañana me puse en la cara... en el cabello... en el cuello por supuesto y en donde me puse mucho muuucho más fue en mis manos, creo que use la mitad pero lo bueno, no creo que se me acabe nunca porque mis miiiiil vacas hacen del baño todos los días... ¿Quieren oler?"
He de decir que para mi tremenda decepción, ninguna de las dos se dejó tocar. Tan pronto acerque mis manos a sus narices salieron corriendo mientras gritaban un montón de cosas que no pude entender porque probablemente ni siquiera eran palabras y yo por supuesto no pude evitar soltar una enorme carcajada mientras bajaba las escaleras.
Me sentía poderosa.
Probablemente porque durante mi otra vida había sido una persona que había sufrido todas las clases de bullying que existen. Y por supuesto, por aquel entonces no había sabido manejarlo de una manera diferente a llorar, lo cual solo había provocado que este incrementara. Pero eso no sucedería más... por lo menos no en esta vida.
La sensación de poder proteger a mi propia versión de 8 años era exquisita. Me sentía en mi propia versión novelesca del Conde de Montecristo, justo en el clímax de la novela claro está...
Supongo que iba tan inmersa en mis pensamientos fantasiosos que no vi el momento en el que, con todas las intenciones del mundo, una persona estiró su pierna para hacerme caer por las escaleras y puesto que mis reflejos aparentemente están destinados a ser un asco en esta y en todas mis vidas, en vez de meter mis manos, me fui de cara contra el pavimento.
"Ahora sí ya estamos a mano". —se jactó una voz que desde el primer momento, era una voz que yo estaba destinada a escuchar por el resto de mi vida, solo que por ese entonces aún no lo sabía.
El golpe me dejó mareada... y me quedé de rodillas sujetando mi cara mientras un sensación tibia y líquida se apoderaba de mi lado.
"Eres un imbécil, Alan de 5to B..." —fueron mis últimas palabras antes de perder el conocimiento.
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El día en que mi reloj retrocedió [Completa✔️✔️]
Fantasy¿Qué harías si un día lograras regresar tu vida desde el principio? Helena Candiani pudo hacerlo. No sabe cómo lo hizo ni si es capaz de hacerlo de nuevo... tampoco si fue un evento fortuito o si fue provocado por algo o alguien. Pero hay algo de l...