40. Puesta de Sol

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"Las serpientes no se enamoran de los ratones que cazan."

—Deimos.


Al otro día tuvieron que llevarse a Jonathan.

Una camioneta blanca con franjas en rojo apagado aparcó justo frente a mi casa y de ella bajaron dos hombres bastante fornidos, con una especie de pijama quirúrgica azul celeste por vestimenta y unos gafetes colgando del cuello.

Tan pronto lo vieron, le colocaron una camisa de fuerza para poder controlarlo pero después acabaron sedándolo de todas formas... luego lo subieron a la cajuela, en una especie de camilla con cintos, y mis padres se fueron con ellos, dejándonos a mi hermana y a mí, al cuidado de una tía política que tardó unas cuantas horas en llegar.

No volvimos a ver a Jonathan por meses...

Ese día no fuimos a la escuela. Las emociones de la noche habían sido demasiado para mi hermana, que parecía un cachorrito tembloroso y asustado... y en mi caso, todo el cuerpo me dolía como si me hubiera pasado un tractor encima... y en cuanto me quite la ropa para meterme a bañar descubrí la razón; dos inmensos moretones me abrazaban los hombros justo en el lugar en el que Cuervo me había sujetado después de descubrirme espiando en sus recuerdos...

Porque eso era lo que había visto... ¿verdad? Un recuerdo. Y por el tono de su voz, había sido uno que le había provocado casi lo que él me provocaba a mí cada vez que decidía jugar con mi mente.

Comencé a mediar el agua girando un poco las llaves de la regadera...

¿Qué demonios le había hecho Cuervo a Jonathan? ¡Por que había sido el! ¡Estaba segura! Esa no había sido una crisis "normal", al menos no se parecía en nada a todas las que había tenido antes. Había sido peor, muchísimo peor... porque ni siquiera sus medicamentos de pila habían logrado tranquilizarlo.

¿A caso en La casa del monje había sucedido algo de lo que nadie me había hablado? Y de ser así... ¿Por qué me lo ocultaban?

No llegaría a nada preguntándole a mis padres, eso lo sabía... si se habían esforzado tanto por ocultarlo no hablarían solo porque yo les preguntara. Así que el único cabo medio suelto eran Los Garcés, los padres de Alan... Ellos se habían encargado de resolver el "asunto" lo más rápido y discretamente posible en aquella ocasión. Y yo lo había tomado como cualquier cosa: una familia rica buscando ocultar un escándalo sin dejar de lado su imagen de buenos anfitriones. En ese entonces eso me había sonado muy lógico... Ahora ya no me sonaba lógico nada.

Y luego estaba Cuervo, pidiéndome que me "encargara" de Jonathan...

¿Pidiéndome o amenazándome?

Sentí escalofríos.

No, eso definitivamente había tenido todas las notas de una amenaza.

El agua tibia comenzó a caer en mi cara y a deslizarse por mis clavículas hasta llegar a mis hombros. Sentí una especie de alivio al instante, sobretodo en las zonas afectadas.

Para resolver el asunto de Jonathan, solo había de dos sopas: o convencía a mis padres de dejarme vivir sola en alguno de sus departamentos, teniendo solo 14 años... o aplicaba a alguno de esos intercambios semestrales a Italia para hacer la confirmación o la primera comunión.

El día en que mi reloj retrocedió  [Completa✔️✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora