"Cuando tus quejas y reproches lastimeros te cansen, cuando aquel traje de víctima miserable te comience a picar, y se te sequen esas conmovedoras y patéticas lagrimas sobre lo mal que está el mundo y te decidas a verlo arder, me avisas. No te será difícil buscarme, Helena, ya que seguramente el fuego de la primera hoguera que encuentres, lo habré iniciado yo."—Lyoshevko Lacroix (Cuervo)
No era una noche de duras y fuertes ventiscas, pero las tenues corrientes de aire que lograban filtrarse a través de mi ropa para estrellarse contra mi piel, eran insoportables. Como si fueran decenas de agujas minúsculas y heladas encajando simultáneamente su punta sobre cada terminación nerviosa que pudiera doler; sin aviso, sin piedad... sin tiempo para reponerme antes de sentir la siguiente y la que venía después de esa.
Supongo que tenía sentido... Se dice que cuando tu cuerpo se congela, una de las cosas que te mata, es que tu sangre no deja de fluir, de circular, de moverse... pero al mismo tiempo va cediendo ante la temperatura, haciéndose pequeños cristales afilados, que te recorren el cuerpo entero, desgarrándolo todo a su paso. Tu propia sangre cuando se congela, te mata. Como si tus venas fueran pequeñas tuberías a las que el agua hecha hielo, revienta.
"¿Dónde estamos?" —le pregunté a la figura que sabia que tenía detrás.
Una risa ronca y profunda, resonó por lo bajo.
"¿Dónde quieres estar, Candiani?"—preguntó con esa indescifrable voz—"¿Mirando cómo muere gente que en tu vida conocerás? ¿O tal vez, contemplando los cuerpos calcinados de los míos? ¿O unos años en el futuro para cerciorarte sí realmente pudiste hacer algo por esa patética criatura que siempre te acompaña, o si su final va a ser igual de miserable que la última vez? ¿Cómo se supone que fue? ...Ah, sí... Una sobredosis de una de esas substancias que los humanos utilizan para encontrar diversión en lo que se matan 'sólo un poco a la vez', pero supongo que es normal que a los menos inteligentes se les vaya la mano y terminen, bueno... ¿Para que describírtelo, sí tú misma lo viste?"
"No me contestaste"
"Ah... pero lo hice"—dijo empleando un tono tan aburrido que caía en el descaro—"Estamos dónde tú quieras estar. Claro que, solo podemos ir si el sitio apesta a muerte, pero no te preocupes, que casi todos los lugares lo hacen. Lo importante aquí es, Candiani: ¿Qué muertes vale la pena ver? ¿Y cuales no son más que un estorbo? El relleno aburrido de un libro que no sirve más que para darle sabor a la historia, sí así lo quieres ver..."
Volvió a soltar una risa narcisista y burlesca. Y casi pude imaginar a su cuello vibrar con ella.
"¿Me estás diciendo que me vas a llevar a donde yo te diga que me lleves?"
"Tic toc, Candiani... tic toc..."
"¿Y si no quiero ver la muerte de nadie? ¿Y sí estoy cansada de hacerlo? ¿Y sí solo quiero cerrar los ojos, darle la espalda a todo, y fingir que soy normal? Si te digo eso... ¿Te vas a ir por las buenas y me vas a dejar en paz?"—lo cuestioné con la voz quebrada—"Lo peor es que aunque no me contestes, ya sé lo que vas a decir"
"Eso sucede cuando haces preguntas estúpidas y predecibles"—en su tono sombrío se dejó ver el tinte sutil de una burla, pero también había algo más...—"Permíteme sugerir algo del menú para hacer de tu velada algo más... interesante"—entonces se inclinó y pude sentir su aliento gélido, rozar el lóbulo de mi oreja derecha—"Sí yo fuera tú... me quedaría aquí en el monasterio y me pondría a recorrerlo a detalle"—tronó los dedos—"Sabes Candiani... Si prestas la atención suficiente, las paredes también saben hablar... algunas incluso gritan."
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El día en que mi reloj retrocedió [Completa✔️✔️]
Fantasy¿Qué harías si un día lograras regresar tu vida desde el principio? Helena Candiani pudo hacerlo. No sabe cómo lo hizo ni si es capaz de hacerlo de nuevo... tampoco si fue un evento fortuito o si fue provocado por algo o alguien. Pero hay algo de l...