Capítulo 17

68 10 2
                                    

El primer día que pasamos en Inglaterra, fue literalmente durmiendo. En habitaciones separadas, por supuesto. Ambos estábamos agotados por el largo viaje y simplemente quedamos noqueados.

El segundo día, con nuestras fuerzas renovadas, fuimos a dar un paseo por algunos lugares de mayor importancia en Londres. Varios de los edificios, a los cuales dijeron que eran catedrales, estaban en plena construcción. Los arquitectos juraban que serían grandes obras que pasarían a la historia. O bueno, eso fue lo que me dijo Adrien que dijeron. Yo entendía poco el idioma, pero él lo hablaba con bastante fluidez. Usualmente, nuestro día terminaba dando un paseo en el puente construido por los romanos cuando estuvieron en la ciudad. Era el puente central en Londres que cruzaba el Támesis. Los atardeceres vistos desde ese puente eran hermosos.

Adrien y yo pasamos ese y dos días más en la misma rutina. Sin embargo, en nuestro quinto día de estadía, el primo de Adrien llegó y las cosas cambiaron un poco.

Lo conocí el día de la boda, y no me cayó tan mal. Eso sí, en la categoría de "creído", le ganaba a Adrien. Era alguien amante a la lectura y al buen vino.

Félix era su nombre.

Las salidas al pueblo se convirtieron en estadías en la casa, ya que Félix conocía de la falsa de nuestro acuerdo, y pensó que era una buena idea que aprovechara el tiempo para que su primo Adrien lo ayudara en unas gestiones. Y Adrien no podía negarse. Ambos pasaban gran parte de la mañana y de la tarde en un estudio que le pertenecía a Félix. Yo me la pasaba caminando en los alrededores o en la gran biblioteca. Era de mala educación que me entrometiera en los negocios de los hombres, por lo que Adrien y yo no tuvimos mucho tiempo para pasarlo juntos esos dos días que lo siguieron.

El último día Adrien le pidió a su primo pasarlo junto a mi, y después de burlas acerca de "tórtolos en luna de miel", le dijo a Adrien que no trabajarían ese día para que lo tuviera libre y pasara tiempo conmigo.

Luego de desayunar, ambos nos fuimos al puente. Había algo especial en observar los puentes, y de alguna forma, Adrien concordaba conmigo.

- Sé que tal vez no era lo que deseabas pero, ¿has disfrutado venir a Londres?- me preguntó cuando tomamos asiento a un lado del canal-

- Esto es justo lo que deseaba- le respondí sonriendo- Siempre he querido ver el mar y conocer el mundo-

- Podemos venir siempre que lo desees- me ofreció- Es más, luego de que las cosas se calmen en Francia, podemos venirnos a vivir aquí a Inglaterra-

¿Alejarme completamente de todo lo que me ataba a Francia? No sonaba como una mala idea.

Ahora que Mister Bug y yo conocíamos el paradero del broche de la mariposa, podíamos recuperarlo y devolverlo a manos salvas. Y luego, continuar nuestras vidas, sin que el peligro ataque cada semana.

¿Podía permitirme soñar?

¿Soñar con una vida tranquila?

¿Podía hacerlo en realidad?

- Veremos lo que nos depara el futuro- le respondí sonriendo-

-¿Así que nos ves con futuro?- me preguntó con una ceja levantada-

- Idiota- me reí y lo golpeé en el hombro-

Pasando por un mercado, Adrien me compró un brazalete. Era bastante sencillo, solo un aro de oro. Hizo que me lo pusiera en ese momento. Tomados de la mano, regresamos al castillo antes de la tarde.

Pasar tiempo con él comenzaba a sentirse como algo normal. Me gustaban los pequeños detalles, y por sobre todo, me gustaba la libertad que él me daba. Con él, no me sentía presionada a hacer algo que no quisiera.

Deseos ProhibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora