Luego de lo que pareció una eternidad, la visita acabó. No mencionaron nada más referente a las condiciones del negocio. Los Agreste quedaron en realizar una visita a nuestra morada en esa semana para hacerlo oficial. De la misma forma en la que caminamos hacia el comedor, Adrien me acompañó a la salida. Solo que en esta ocasión, no dijo absolutamente nada. Mucho menos lo haría yo. Se despidió de mi con un beso en mis nudillos y una sonrisa.
Durante el trayecto a nuestro hogar, mi madre se la pasó quejándose de los rumores que se habían hecho acerca de mi compromiso anterior, y también me felicitó por haber respondido lo que dije. Sabía que era una mentira, aún así era mejor que lo que realmente había pasado.
Él no murió.
Al llegar a nuestro hogar, pedí permiso para retirarme a mis aposentos a descansar. Ninguno me lo impidió. Le pedí a las sirvientas que me dejaran sola. Cambié ese odioso traje por una ropa más cómoda y de colores oscuros. Trencé mi cabello y me coloqué una capa oscura también. Tan pronto el sol se fue, me adentré en los pasadizos secretos y escapé de mi hogar por esa noche. Ya había aprendido a ser sigilosa y a no entrar en el campo de visión de ningún pueblano. Llegué hasta la escalera que solía utilizar y la trepé ágilmente para comenzar a escabullirme en los tejados de las casas. Era la forma más segura de pasar desapercibida. Decidí detenerme cerca de las casas a la orilla del lago. Era mi lugar preferido. La luna ya había comenzado a salir, y siendo noche de luna llena, sus rayos se reflejaban en la superficie del lago de manera mágica. Sonreí por esa vista. Las personas no suelen apreciar los pequeños detalles. Pero yo, que la vivo encerrada en una casa enorme, encuentro realmente satisfactorio quedarse horas y horas observando tales vistas. La luna seguía caminando y yo solo me concentraba en dejar mi mente en blanco. No quería pensar que pronto esto acabaría. No quería pensar que perdería la poca libertad que había conseguido cada vez que me escapaba en las noches de mi hogar. Sentir el viento en mi rostro era lo único que me llenaba de vida en los últimos años. Ahora solo sería una muñeca sin vida encerrada en una prisión de oro. Y sin desearlo, acabé pensando de nuevo en él.
La segunda vez que lo vi, fue un par de días después. Ya la curiosidad sobre el mundo exterior se hacía mayor y no aguanté mucho antes de volver a escaparme en la noche. Era algo normal en mí el tropezarme cada cinco segundos. No estaba acostumbrada para nada a los caminos tan disparejos. Milagrosamente logré llegar hasta una pequeña laguna. No habían casas cerca de ahí ni tampoco se veía otra persona, por lo que me acerqué a la orilla.
-¿No estarás pensando lanzarte al agua, cierto?-
Pegué un brinco del susto por la voz que había sonado tan cerca y gracias nuevamente a sus brazos, no caí de lleno al agua. El joven había dado un giro hábil y ahora me sostenía por la cintura casi como un abrazo. Mi cabeza quedó frente a su pecho. Cuando me pasó el susto, pude alejarme de él.
-¿Qué le sucede? Pude haber caído al agua por su culpa- dije molesta-
El joven se quitó la capa, la acomodó en el suelo y luego me sonrió antes de sentarse sobre ella.
- Y gracias a mí no caíste- me guiñó un ojo-
Sentí mis mejillas calentarse y agradecí que fuera de noche y él no pudiera notarlo. Ahora debía retirarme de ahí. No era buena idea estar con un chico sola alejada del pueblo.
-¿A dónde vas?- me preguntó-
- A mi hogar- respondí seca-
- Pero si acabas de llegar-
- Y usted también acaba de llegar. Es mejor que nadie nos vea juntos o pensarán mal-
El chico soltó una carcajada.
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Deseos Prohibidos
FanficDos héroes son convocados cuando un broche es reportado como desaparecido. El catarino y la gatita negra deberán luchar contra la mariposa. Ellos no solo comparten su vida como héroes, sino que sus formas civiles también estarán entrelazadas. ¿Será...