Capítulo veintiseis

195 24 25
                                    

Es domingo por la tarde y me desperté con un mensaje de Ranger diciendo que hoy me iba a enseñar a montar bicicleta en las montañas.

Por más que me negué rotundamente el insistió tanto que no tuve más opción que aceptar su invitación. Ayer mientras estábamos en el lago, empezó a llover repentinamente y nos tuvimos que ir todos mojados y helados. Ranger me dejó en mi casa y se fue inmediatamente argumentando que tenía cosas que hacer.

Me incorporo en mi cama y me dirijo hacia el baño para darme una ducha. Al salir miro el reloj y me percato de que solo faltan diez minutos para que Ranger pase por mi. Corro rápidamente hacia el armario y saco unos shorts de tela elástica y una camisa de tirantes holgada. Me coloco la ropa encima y busco mis tenis deportivos para ponérmelos.

Bajo las escaleras a paso apurado y me encuentro con una nota de mamá en el meson, diciendo que hoy tuvo que ir a trabajar, de nuevo.

Cuando me estoy haciendo una coleta alta, el claxon de un auto resuena en toda la casa y doy un brinco por el repentino sonido. Salgo de la casa tropezando y me sorprendo al ver que en vez de el usual deportivo blanco, esta vez, había un jeep negro de vidrios oscuros. Me subo con incertidumbre.

—¿Acaso te acabas de despertar o que?

—La verdad, si— digo.

—Hazel, por dios, es la una de la tarde.

—En china son las diez se la noche— digo encogiéndome de hombros.

Ranger rueda los ojos.

—¿Y el otro auto?

—Tuve que traer este para poder meter las bicicletas— dice señalando con su cabeza hacia atrás.

Yo giro la mía y veo dos bicicletas colocadas en la parte trasera.

—Ah, cierto, las bicicletas.

—Juro que vas a aprender.

—Estoy segura de que no, no sabes cuantas veces me he caído intentándolo.

—Eso era porque no tenías a un maestro tan bueno como yo.

—Si si, seguro.

Largo tiempo después, llegamos a una especie de carretera, que sinceramente parecía un desierto, en donde habían estacionados varios autos, y un poco más lejos, se veía una montaña cubierta de arena y superficies rocosas.

—Llegamos.

—Creo que me estoy sintiendo mal. Uy no, se me está bajando la tensión.

—No seas cobarde Hazelnut, vamos.—me abre la puerta del copiloto para que baje.

Bufo molesta y bajo de un salto mientras el va a retirar las bicicletas de la parte de atrás del auto.

—Tú agarra esta, es más pequeña y más fácil de manejar— dice ofreciéndome una bicicleta color verde militar.

La agarro con desprecio.

—Primero vamos a practicar aquí abajo— dice señalando el terreno al lado de la carretera,— Luego cuando domines más, vamos a subir la montaña.

—Pero yo...

—Pero nada, vamos.— me toma de la mano arrastrándome junto a la bicicleta.

—Aquí estamos bien— dice.— Te vas a montar y yo te voy a sostener el manubrio ¿ok?

—Mhmm.

Me monto temblorosa en la bicicleta y me tambaleo de un lado a otro. Pongo los pies en el suelo para recuperar el equilibrio.

StormDonde viven las historias. Descúbrelo ahora