Capítulo 4.

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Solo habían pasado cuatros días de ese momento de mi detención, fueron las peores horas de mi vida hasta que Alexander y Ariel me sacaron de ese maldito mal entendido en el que estaba, cada vez todo se complicaba cuando se trataba de mi Sirena, encima no ayudaba que mi hermano me haya contado del ataque de pánico que tuvo al escuchar los nombres de esas personas según Jaz, mi hermana que apareció la otra noche por mi departamento me dijo que ella sufría un estrés postraumático, no tenía idea que era eso hasta que investigué sobre el tema y en verdad debo llevarla a qué un profesional la trate lo antes posible lo menos que quería ahora es que termine en una profunda depresión.

- Café cargado para tí - dice Ariel al verme entrar a la cocina.

- Gracias Sirena - digo guiñándole el ojo.

- ¿Hoy vuelves a trabajar? - pregunta al notar mi ropa.

- Si - afirmo dando un sorbo al café. - Era innecesario los días que mi padre me dió pero no tuve opción de refutar - agrego suspirando.

Ella se queda en silencio y observa su taza de café por largos minutos, no sabía que hacer cuando se quedaba de esa forma porque sentía que se desconectaba mal con el medio y en verdad me preocupaba que no salga de ahí.

- Mira - mi voz la hace salir de su trance mientras saco los folletos que tenía el bolsillo de mi pantalón. - La fundación Meitzner ... - no sabía cómo continuar o que palabras usaría para no hacerla sentir mal.

Ariel toma el folleto de mis manos y empieza a leer con atención, por unos largos segundos no dice nada y dentro mío pensaba que la había jodido por completo.

- ¿Sale caro esto? - consulta mirando el folleto.

- Es gratis, le dan ayuda a mujeres y niños que han sufrimos hechos traumáticos. La mujer de mi primo es la directora de la fundación, ella hace más de diez años sufrió a lado de una pareja abusiva, abusaba de ella física y mentalmente su hermano la salvó antes que ese hombre la mate, después lucho tanto para salir de su dolor, conoció a mi primo, se enamoraron y ambos más la familia de ella hicieron este proyecto - le cuento.

- Ella debe ser un ángel - murmura.

- Puede ser, en estos años han ayudado a más de cien mil mujeres con sus hijos - agrego recordando lo que me contó Madison.

- Ella es un ángel - afirma con una sonrisa.

- ¿Te gustaría conocerla? - pregunto.

- Si, me encantaría - dice sin borrar su sonrisa.

Suspiro aliviado por escuchar su respuesta, pensé que no aceptaría conocerla pero seguí lo que me aconsejo mi hermana y de Madison que la llevara a qué se conocieran después la rubia haría lo suyo para mostrarle la institución.

- ¡Mierda! - exclamo leyendo el mensaje de mi mamá.

- ¿Sucede algo? - pregunta preocupada.

- Mi mamá me recordaba el cumpleaños de mi tía y que está noche lo festeja en su casa - respondo pensando que podía regalarle a mi loca tía.

- ¿Por qué te preocupa eso? - inquiere observandome.

- Nada solo reacción del momento - contesto encogiendo mis hombros. - ¿Quieres venir conmigo? - le pregunto.

- No me sentiría cómoda, no estoy preparada para estar con muchas personas - reconoce apenada.

- Entonces no iré a la fiesta de mi tía, no puedo dejarte sola - comento terminando mi café.

- ¡No! - protesta. - Debes ir, yo me quedaré aquí debes ir al cumpleaños de tu tía - agrega.

- Sirena - murmuro.

Mi Maldita Perdición (13° SAI) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora