Capítulo 3.

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Ariel.

Otra noche más que no podía dormir, al tan solo cerrar los ojos venían a mi cabeza la imagen de las tres personas que arruinaron mi vida por completo podía sentir sus voces, las risas mientras ultrajaban mi cuerpo, el olor de la saliva de ellos, las manos de Josh desgarrando mi ropa, la voz de Carl alentando a su amigo y la boca de Luther sobre mi cuello. Todo ello me daba repugnancia, mi cuerpo ya no era mío, los tres lo habían destrozado por completo dejando que se hunda en la profunda oscuridad.
No tenía idea de cómo iba a salir de toda la mierda en la que estaba porque lo único que pensaba diariamente es terminar con su vida, no le encontraba motivo a seguir nisiquiera mis sueños, esos tres hijos de putas me habían arrebatado todo por lo que una vez soñé.
Lo único que me mantenía día a día de pie es mi ángel guardián, Bautista De Luca, todavía le costaba entender porque él la ayudaba tanto si solo era una desconocida que se había subido a su auto hace tres semanas atrás.

No podía creer lo que cambió mi vida en estos últimos meses, antes de todo esto era una simple estudiante que estaba cursando mi último año en la carrera, estaba completamente feliz porque al fin cumpliría mi mayor sueño y poder ayudar a esos niños con sus conocimientos, luego un día cambió cuando su tía le dijo que la vendió a Josh Tanner, el hijo del mayor contrabandistas del sur de Chicago. No había escapatoria por ningún lado y esa maldita boda se empezó a planear sin mi conocimiento.

- ¿Todo bien, sirena? - la voz de Bautista me saca de mis horribles pensamientos.

- Buen día hice café - respondo entregándole una taza.

- Gracias - contesta observandome con esos penetrante ojos color verdes oscuros. - ¿Cómo dormiste? - pregunta al sentarse en la silla donde está la barra de desayuno.

- Bien - miento.

Cuando estaba en el hospital me tenían sedada gran parte del día, sobre todo las noches dónde sufría crisis de ansiedad combinando con un ataque de pánico, me volvía tan explosiva que era un peligro para el personal como para mí misma pero hace una semana me dieron el alta y me prescribieron algunos ansiolíticos, relajantes para que tomara cada noche antes de dormir pero últimamente no estaban haciendo efectos porque en cuanto tenían esas horribles pesadillas ya nada era igual.

- Hoy debo empezar a trabajar, mi padre solo me dió tres semanas y es momento de volver a la rutina - comenta suspirando.

- Es tu trabajo - acoto.

- ¿Quieres quedarte sola o puedes venir conmigo? - consulta mirándome.

- Quiero quedarme acá - le pido porque en verdad no estaba lista para salir a la calle.

- Vendré a la hora del almuerzo hacerte compañía - declara.

- No hace falta Bautista - digo tratando de persuadirlo.

Él tenía una vida antes de que llegue y no quería que atrasé todos sus proyectos por mi culpa, Bautista no estaba muerto porque la que está muerta en vida soy yo, no tengo nada porque luchar.

- ¿Estás segura? - consulta no muy convencido.

- Sí, si me siento mal usaré ese celular que me regalaste para llamarte - declaro tratando de convencerlo.

- Promete que me llamaras - pide.

- Te llamaré, lo prometo Bautista - afirmo con una tímida sonrisa.

Me observa unos segundos, seguía sin estar seguro de dejarme sola en esta casa pero él debía seguir su rutina y volver a su trabajo.
Hablamos un rato más y luego va a darse un baño, con la taza de té en mis manos deambuló por la sala mirando con detalle cada una de las fotos que tenía, suponía que eran de su familia y la verdad fue lo único que me hizo sonreír porque en cada una detallaba el amor que se tenían, lo unidos que son.

Mi Maldita Perdición (13° SAI) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora