Capítulo 29.

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Ariel.

Varias semanas estuve decaída, no me perdonaba que Adler este enojado conmigo y más con un mal entendido porque ese beso con Bautista fue algo innecesario que solo trajo problemas. Esa noche donde todo sucedió tuve una crisis dónde debieron medicarme para tranquilizarme, los ojos de Bau fue lo único que recuerdo antes de caer profundamente dormida.
Todas las tardes esperaba la llegada de Adler pero eso no sucedió, estaba triste y muy dolida, para sumar mi psiquiatra le había restringido las visitas a Bautista porque supuestamente él me hacía mal y su comportamiento no ayudaba a terminar con mi síndrome de dependencia.

Yo no quería ser dependiente de alguien pero Bautista es lo único que tengo, mi soporte y muchos no entendían eso.

- Tienes visita - dice Gema entrando a mi habitación.

- ¿Es Adler? - pregunto esperanzada.

- No, es una chica - responde.

Frunzo mi ceño porque no tenía idea quien podía ser, las únicas personas que me visitaban eran los mismos pero que Gema no me diera una respuesta exacta de quién era me preocupaba bastante.

- ¿Quién es ella? - consulto mientras iba acompañada de mi enfermera hasta la sala de visitas.

- No lo sé - se encoge de hombros. - es la primera vez que la veo pero ella te conoce y bueno tu psiquiatra le permitió verte - me cuenta.

- ¿Cuánto más va a controlar mis visitas? - inquiero molesta.

- No lo sé Ariel, ella es tu doctora - comenta Gema.

- Señorita  Bianca - murmuro sorprendida cuando la veo en la sala de visitas.

- ¡Hola Ariel! - me saluda al acercarse para darme un fuerte abrazo.

- Las dejo - acota Gema dejándonos a solas.

- Estás hermosa - comenta Bianca mirándome.

- ¿Qué hace acá señorita Bianca? - pregunto desconcertada.

- Deja de tratarme de usted, soy Bianca así que tuteame - declara tirando de mi mano para que nos sentemos. - ¿Cómo haz estado? - consulta.

- Bien - suspiro mirando a la chica de ojos grises.

- ¿Te sientes incómoda con mi presencia? - pregunta preocupada.

- Un poco - vuelvo a suspirar. - No entiendo porque estás aquí y queriendo hablar conmigo después de lo que hice - agrego confundida.

Ella estaba en una relación con Bautista, debería odiarme por consumir gran parte del tiempo de él y sobre todo por el beso que le dí hace unas semanas.

- Creo que ambas debemos conocernos, tú eres importante para Bau, yo también lo soy y no quiero que haya malos entendidos entre nosotros - acota.

- Bautista es tuyo - declaro sabiendo que la charla venía a eso, marcar su territorio.

- Bautista no es mío, no es un objeto a cual lo marco como si fuera de mi prioridad es una persona libre que puede hacer lo que quiera - afirma.

- No entiendo que haces aquí - repito.

- Se de tu beso con él, me lo contó todo pero quiero saber de tu boca que es lo que sentiste - dice mirándome a los ojos.

- Cuando lo besé estaba confundida, celosa porque estuvo todo el día contigo. No debí hacerlo pero según mi psiquiatra tengo un síndrome de dependencia por Bautista - la miro. - Estoy loca lo sé pero con respecto al beso no sentí nada, fue peor la sensación de angustia y remordimiento que me quedó en ese momento - agrego apenada.

Mi Maldita Perdición (13° SAI) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora