Capítulo 7

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Estábamos en la casa de Diego. El había estado de acuerdo con Taylor sobre que debería faltar a clases ya que no podía tocar prácticamente nada, menos a mi misma, sin sombratransportarlo, como le decía Taylor.

Por su parte, Taylor se había inventado que tenía que cuidar a sus hermanos, y Diego había dicho que lo necesitaban para organizar unas cosas para una reunión que su familia hoy a la noche.

A Diego le creyeron. A Taylor, que había usado esa excusa ya un billón de veces, no, entonces tuvo que quedarse.

-Siempre le creen a Diego- murmuró mientras nos despedíamos.

-¿Tus papás no nos van a preguntar por qué no estamos en el colegio?- le pregunté.

-Por quinta vez, no- contestó- están en el trabajo. Y si los llaman o algo- sonrió- puedo ser muy convincente- me miró- tendrían que habérmelo dicho antes. Soy muy útil.

-¿En que exactamente?- pregunté.

El me miró, levantando una ceja.

-No es que te subestime, ni nada- dije rápidamente- es solo que si sos bueno con la computadora, ya tenemos a Taylor para hackear la estación de policía.

-Solo por mera curiosidad, ¿Insiste en usar códigos y nombres clave?

Resoplé.

El se rió.

-No podemos culparla- la defendió- su padrastro es el jefe de la estación. No le gustaría que el se enterase de que trabaja con La Sombra, ni mucho menos saber que Taylor los hackeó.

Lo miré confundida.

-Pero, que yo sepa, la policía no tiene nada en contra mío, o de "La Sombra".

-Cierto, pero ya sabemos como es el comandante Daniel- explicó- no tiene nada en contra de la sombra, más bien es protector. Y- me miró- tampoco le gustaría saber que la defensora de la ciudad es una adolescente de diesiseis años que está arriesgando su vida siendo "demasiado joven".

-Ese es un buen punto- murmuré.

-Y bueno, respondiendo a tu pregunta, no. No soy bueno con las computadoras, eso se lo dejo a Tay.

Note como le brillaban los ojos al decir su nombre. Decidí probar algo.

-¿A Taylor?- pregunté. Le volvieron a brillar los ojos.

-Si.

-Y ¿De que color son sus ojos?

-Marrones- contestó el naturalmente.

Empecé a dar saltitos, emocionada. El pareció darse cuenta.

-No- me apuntó con un dedo- se lo que estás pensando y no.

-¡Diego, es increible!

-No me gusta Taylor, Érica.

Lo miré sonriendo.

-Yo nunca dije eso.

El se quedó unos segundos en silencio.

-Maldición.

-Ya, tranqui- suspiré- no le voy a decir nada.

-¿Vas a seguir con eso, o querés que te cuente mi especialidad?- preguntó, harto.

-Ah, ¡cierto!- exclamé- me había olvidado de eso.

-Bueno, al grano. Vamos- me guió unas puertitas. Las abrió y adentro había otro cuarto casi del mismo tamaño del cuarto en el que estábamos antes. Estaba equipado con todo tipo de cosas de herrería; martillos, un mechero, un delantal grueso...

Pero lo que más me llamó la atención fueron las armas. Las había colgadas por toda la pared. Había pistolas, arcos y flechas, incluso ese tipo de armas de fuego que solo se ven en las películas. Yo las estaba viendo en la vida real.

-Diego, ¡esto es increible!- lo miré- No me digas que...

-¿Que me especializo en las armas?- sonrió- si. Fijate, capaz alguna te sirva.

-Todas son épicas.

-Gracias.

-¿Tus papás saben de esto?- indagué.

-Pss- resopló- Organizadora de eventos y jefe de una empresa. Si, seguro que lo saben y están encantados- me miró- No. Saben que esto es un especie de herrería, no saben lo de las armas, y no están muy contentos.

-¿Y nunca entraron?- me sorprendí.

-Que yo sepa, no- encogió de hombros- casi nunca. Y si lo hacen- el se fue del cuarto y cerró las puertas. Las volvió a abrir y ni bien las puertas se movieron un poco, una pared cayó del techo un poco más adelante de la pared de las armas, tapándola, casi sin hacer ruido- pasa eso.

Diego miró una camarita que había arriba de las puertas, parpadeó y la pared volvió a subir, revelando las armas.

-Reconocimiento facial- dijo el, orgulloso- solo funciona con mi auténtica y viva cara. No le van fotos ni videos.

Aplaudí, sonriendo.

-Bien, ahora con las armas. Esta- agarró una bola del tamaño de su mano de color beige- se deshace en una red cuando se la lanzás a alguien, o algo. Esta- dejó la bola beige en la mesa que tenía al lado y agarró una bola negra de la mitad del tamaño de la anterior- es una bomba de humo y este- dejó la bola y agarró un gancho volador portátil- es un gancho volador portátil.

Sonreí. Eso iba a ser divertido.

Sombras y FuegosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora